Author Archive for Gina Martínez-Vargas Araníbar

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ESTE BLOG ENTRA EN RECESO UNA TEMPORADA. ESPERO VOLVER «ALGÚN DÍA»
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25
Abr
11

LOS AMORES DESTRUCTIVOS

LOS AMORES DESTRUCTIVOS
(Por Gina Martínez-Vargas Araníbar)

Para el dramaturgo Irlandés Oscar Wilde, genio preclaro de las letras Inglesas, enamorarse de una persona inconveniente y de muy distinta forma de ser,  le costó muy caro. Tal parece que a ciertos genios y hombres ilustres, nada los derribará, sobre todo si han logrado influir tanto en una época y en el mundo de las letras, aparte de destacar con tanto ingenio y sapiencia en su propia formación, tan llena de premios merecidos, becas y ser una persona brillante, bastante relevante y conocida desde su época de estudiante por sus méritos, tanto en su formación en Literatura Clásica, Griega y Latina;  sus conferencias en Estado Unidos, la publicación de sus libros de la más distinta índole, pues destacó en los distintos géneros,  escribió: Prosa, poemas, ensayos, cuentos y teatro con bastante belleza, erudición e ingenio y siempre se destacó de él su inteligencia y su gran poder de influir en su medio, con su vestimenta extravagante, peinados de postura esteticista y decadentista, que muchos jóvenes de entonces intentaron copiar. Fue indudablemente una personalidad destacada de la época Victoriana, en la cual vivió.

Según se afirma en el año, 1891 Oscar Wilde de 37  años conoce a “Bosie”, Lord Alfred Douglas, hijo de los marqueses de Queensberry, de 21 años, quien es tristemente conocido por ser la problemática y conflictiva pareja de Oscar Wilde y quien fuera dado a conocer a fondo en la carta “La tragedia de mi vida“ (Carta a lord Alfred Douglas), epístola escrita por Oscar Wilde a su amante, durante su estancia en la prisión de Reading, en 1897, la carta también ha sido dada a concer como «De Profundis», y sólo vería la luz parcialmente al ser publicada en 1905, por su amigo y periodista Robert Ross, a quien Oscar Wilde se la confió. La versión completa la publicaría Vyvyan Holland, hijo de Wilde en 1949, y recién se hizo de dominio público a partir del año 1960, debido a contrastaciones y correcciones posteriores.

La carta está redactada con ese estilo que caracterizó a Wilde,  exquisito, profundo, a veces exaltado, que va desvelando sus  distintos estados de ánimo, el verdadero desgarro de haber caído tan bajo, la humillación, el dolor de ir poco a poco perdiéndolo todo: esposa, hijos, amigos, fama, fortuna, su casa, sus libros y la gran afrenta pública que eso significó para él, antes tan destacado y afamada figura de la época Victoriana;  sino también el gran dolor que traspasó a sus familiares y su propia madre, quien agravando su dolor, fallece en el lapso de estar preso en la prisión de Reading, donde fue condenado a cumplir dos años de trabajos forzados, tras demandar al padre de su novio, por difamación y sodomía, juicios que perdió, por las costumbres y cerrazón de la época moralista, hipócrita y prejuiciosa de entonces. El juicio a Oscar Wilde, que emprendió con saña el marqués de Queensberry,   fue un gran escándalo de grandes proporciones en su tiempo.

La Epístola de unas 248 páginas, si bien es cierto, jamás pierde su belleza expresiva, su nivel aleccionador, su maestría literaria de gran dramaturgo, su cautivadora prosa exquisita y no exenta de poesía, sorprende paso a paso. Si bien es cierto empieza con cierto reproche a su amante “Bosie”, del siguiente modo: “Luego de una prolongada e infructuosa espera, he tomado la decisión de escribirte, y ello tanto en tu interés como en el mío, pues me subleva el pensar que he estado en la cárcel dos interminables años sin que haya recibido de ti una sola línea, una noticia cualquiera, que no he sabido nada de ti, aparte de aquello que tenía que serme doloroso. Ha concluido para mí de un modo funesto y con escándalo público para ti, nuestra trágica amistad por demás lamentable. Sin embargo, muy rara vez me abandona el recuerdo de nuestra vieja amistad, y experimento una profunda tristeza cuando pienso que mi corazón, henchido antes de amor, está ahora para siempre colmado de maldiciones, de amargura y de desprecio. Y con toda seguridad, tú mismo sientes en el fondo de tu alma, que es mejor escribirme a mí, que me encuentro en la soledad de la existencia carcelaria, que no dar a la publicidad, sin mi expresa autorización, cartas mías, o dedicarme poesías, sin permiso alguno también…”

En ella, reprocha a “Bosie” su gran orgullo, sus grandes diferencias sustanciales desde la adolescencia en los estudios. Va formulándose mediante una introspección analítica los pasos que lo llevaron a parar en esa horrenda condición de reo carcelario, lo que estuvo mal de parte suya en cuanto a dejarse arrastrar y lo que fueron excesos  del mismo “Bosie”. Va desgranando paso a paso las consecuencias del odio mutuo que parecía anidar entre padre e hijo, el marqués de Queensberry y Sir Alfred Douglas, razón primordial, por la cual, Wilde terminó en prisión, mal aconsejado y envenenado constantemente por su amante para que Wilde denuncié a su padre, con las amargas consecuencias deplorables del caso.

Otro aspecto es su auto  reproche y pesar por la mala influencia de “Bosie” en su vida en relación a su propia creación literaria, cuando dice: “Me acuerdo, por ejemplo -a fin de citar un solo caso entre muchos ,que, en septiembre de 1893, arrendé varias habitaciones amuebladas, con el único propósito de trabajar sin que me molestasen.

«Había rescindido mi contrato con John Hare, a quien había prometido una obra teatral, y que me urgía para que le diese término lo antes posible. En el transcurso de la primera semana, no te dejaste ver; habíamos disputado, lo cual no podía dejar de ocurrir, a raíz del mérito de tu traducción de Salomé».

«Te limitaste a escribirme, diciendo al respecto los mayores dislates. Escribí y terminé hasta en sus mínimos detalles, durante aquella semana, el primer acto de El marido ideal, dejándolo tal como en definitiva hubo de ser representado. Volviste a aparecer la segunda semana, y mi trabajo se acabó… .Tan sólo pienso en la naturaleza de esa amistad, en tanto perduró. Espiritualmente, me ha envilecido. Se encontraban en ti, en germen, los impulsos de un temperamento artístico; pero di contigo demasiado tarde, o demasiado temprano, no puedo puntualizarlo. Cuando te hallabas lejos, en mí todo se iba ordenando a la perfección.

Cuando -a principios de diciembre del año antes mencionado- conseguí que tu madre te enviase al exterior de Inglaterra, de inmediato torné a juntar las embrolladas y rotas mallas de mi imaginación, recobré otra vez el dominio sobre mi vida, y no solamente finalicé los tres actos de «El marido ideal que faltaban, sino que imaginé también otras dos obras de índole completamente distinta: La tragedia florentina y La santa cortesana, estando casi en un tris de ponerles punto final. De pronto, sin que te llamaran, en momento escasamente oportuno, en circunstancias que habían de ser nefastas para mi felicidad futura, te haces presente en mi casa. Y no pude ocuparme de nuevo de esas dos obras sin terminación aún, y nunca, en lo porvenir, pude retornar a aquel estado de espíritu que les insuflara vida. Tú mismo, y en especial ahora que ya has dado a la publicidad un tomo de poesías, comprenderás cuán cierto es lo que acabo de decirte. Pero, lo comprendas o no, ésta es, de cualquier manera, la horrible verdad de la intimidad de nuestras relaciones“.

«En tanto estuviste a mi lado, fuiste la causa de la ruina total de mi arte; y por esto, porque consentí tu perenne presencia entre el arte y yo, siento ahora semejante vergüenza, tan insuperable pesar“…En otro aparte Wilde refiere la vergüenza y lo insoportable de las peleas de «Bosie»: «Aquellas continuas peleas que parecían ser para ti una necesidad física, y en las cuales se echaban a perder del mismo modo el cuerpo y el espíritu, y eran tan horrorozas de ver como de oír…»

De esta misma forma Wilde consintió con una gran permisividad y flaqueza,  por debilidad de carácter, que  Sir Alfred Douglas, le fuera arruinando totalmente la vida, quien lo  llevó a una vida de gastos y caprichos caros, a estancias en Grandes Hoteles, viajes de placer y una asidua concurrencia a  restaurantes de lujo, que poco a poco fueron minando con la economía de Oscar Wilde, gastos en el juego, los caprichos de “Bosie” y sus extravagancias, de este modo resultó ser un novio totalmente pernicioso para Wilde, porque no sólo exigía caprichos excesos y grandes festines mundanos, sino que su naturaleza egocéntrica por sentirse halagado y un afán exhibicionista, parecía ser el motor de toda su necesidad de boato y pasos por lugares caros, hechos no exentos de una gran vanidad y un caracter dominante, caprichoso  e insoportable.

…Desgraciadamente he sacrificado por ti mi arte, mi existencia, mi apellido, mi posición ante la posteridad, y aunque pudiese tu familia poseer todas las maravillas del mundo, el genio, la opulencia, el elevado rango, y otras cosas por el estilo, y lo depositase todo a mis plantas, ni siquiera podría pagarme la décima parte de las cosas más nimias que me fueron arrebatadas, ni una sola lágrima de las últimas que vertí. Sin embargo, es preciso que se pague todo cuanto uno hace. Hasta cuando se ha sido declarado en quiebra. Tú, por lo que advierto, supones que la quiebra es un medio muy cómodo para no saldar las deudas“.

Lord Alfred Douglas nunca mereció el amor y la gran generosidad del dramaturgo Oscar Wilde, la mayoría de las veces  sus actitudes fueron cobardes, deplorables y vergonzosas, mucho más después de la muerte del escritor. Alguna vez le dijo: «Dejas de ser interesante cuando no te hallas en tu pedestal», a lo que Wilde escribió: «Debo confesar que, al terminar de leer tu carta,  me sentí mancillado, como si el trato con un individuo de tu índole, me hubiera hollado y deshonrado de una manera irreparable».

En otro apartado Oscar Wilde, dice lo más revelador de su propio carcacter débil y generoso siempre con «Bosie»l, y del afán siempre oscuro, trepador y prepotente de «Bosie»: » Premeditadamente, sin que te impeliese a hacerlo, te introdujiste a la fuerza en mi terreno, y usurpaste un puesto al cual no tenías el menor derecho, ni para el cual eras idóneo, logrando con tenacidad singular (me recuerda algún caso conocido), que tú presencia fuera uno de los elementos esenciales de todos y cada uno de mis días, recabando para ti mi vida entera, sin hacer con ella nada mejor que destrozarla».

La carta a su novio reflexiona mucho sobre lo esencial y superficial de esta vida, sobre lo que envilece al hombre y lo que lo va perdiendo. Lástima, que tuviera que ser una practica necesaria y posterior a su encarcelamiento y no una previsión que lograra evitar tanto dolor y desdicha en Wilde. Es sin embargo, como un gran viaje a través del dolor, una transformación hacia la redención espiritual, una metamorfosis humana de liberación y reconquista de sí mismo hacia un nuevo hombre, que a posteriori se guiará con un espíritu cristiano y buscará su felicidad en las pequeñas grandes cosas de esta vida, para alcanzar la paz, emulando a Cristo en sus grandes lecciones de amor, perdón, y desterrando el rencor. De hecho, en su lecho de agonía y conciente, abrazó el catolicismo en una breve ceremonia religiosa.

En 1897  Oscar Wilde sale de la cárcel de Reading, y pese a la negativa de los  familiares de ambas partes, y a pesar  a conocerlo más en base a sus hondas reflexiones, volvieron a vivir juntos «Bosie» y Wilde, durante unos tres meses en Nápoles,  cuando  las ayudas de cada familia les fueron quitadas,  se tienen que  separar para siempre. Sólo a los tres años de  haber abandonado la prisión de Reading, en 1900, Oscar Wilde fallece, solo, triste y arruinado en París, en el Hôtel d’Alsace, núm. 13, de la Rue des Beaux Arts, víctima de una meningitis, que empezó como una otitis aguda, tan sólo a sus 46 años de edad.

El escritor español José Antonio de Villena, escribió: «Charlatán Crepuscular» sobre los amores desgraciados del escritor Oscar Wilde con Lord Alfred Douglas, en 1997. De sus amores inconvenientes y destructivos se han hecho otras representaciones teatrales y escritas.

Barcelona, 12 de Abril, de 2011.

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25
Abr
11

DIARIOS


DIARIOS
(John Cheever)

«Cuando la autodestrucción entra en el corazón, al principio parece apenas un grano de arena. Es como una jaqueca, una indigestión leve, un dedo infectado; pero pierdes el de las 8.20 y llegas tarde para solicitar un aumento de crédito. El viejo amigo con quien vas a comer de repente agota tu paciencia y para mostrarte amable te tomas tres copas, pero el día ya ha perdido forma, sentido y significado. Para recuperar cierta intencionalidad y belleza bebes demasiado en las reuniones, te propasas con la mujer de otro y acabas por cometer una tontería obscena y a la mañana siguiente desearías estar muerto. Pero cuando tratas de repasar el camino que te ha conducido a este abismo, sólo encuentras el grano de arena».

25
Abr
11

CONSTANT CRAVING

CONSTANT CRAVING
(Ansía Constante)
(K.D.LANG)

Kathryn Dawn Lang (nacida el 2 de noviembre de 1961), más conocida como k.d. lang (sin mayúsculas), es una cantante canadiense de pop y country ganadora de cuatro premios Grammy.

En 1996 fue nombrada Oficial de la Orden de Canadá como reconocimiento a su trabajo, y también ese mismo año salió del armario públicamente. Desde entonces, es una férrea activista de los derechos LGBT.

Actualmente tiene una extensa carrera musical con varios discos a sus espaldas. Aparte de su carrera musical ha participado en películas como Salmonberries (2003) y ha participado en bandas sonoras como Even Cowgirls Get The Blues. (datos del Wikipedia)

08
Abr
11

EL RETORNO DEL PROCESO: LOS HEREDEROS DE MAX BROD Y EL LEGADO DE FRANZ KAFKA

 

 

 

 

 

 

 

 

EL RETORNO DEL PROCESO: LOS HEREDEROS DE MAX BROD Y EL LEGADO DE FRANZ KAFKA
(Por Ioram Melcer)

A pesar de haber publicado 83 libros, Max Brod conquistó un lugar privilegiado en la historia de la cultura universal por haber sido el amigo más íntimo de Franz Kafka. El mérito de Brod fue que no cumplió las órdenes de Kafka de quemar sus manuscritos tras la muerte del gran escritor en Austria, en 1924. «Max, mi querido amigo, mi último pedido es que todo lo que se encuentre en mi legado escrito… sea quemado…», decía la nota más famosa en la historia de la literatura. El Proceso, El Castillo y otras obras magistrales del genio quedaron condenadas a las llamas del olvido.

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Publica El País (Uruguay)

(Por Ioram Melcer)

En 1939, cuando los nazis llegan a Praga, Brod y su esposa huyen de Europa. Max Brod lleva una sola valija, repleta de manuscritos y papeles de Kafka. La pareja llega a Palestina y se instala en Tel Aviv. En la calurosa y húmeda ciudad mediterránea, Brod ha de hacer famoso a quien es considerado hoy el más grande escritor de lengua alemana en el siglo XX. En 1942 fallece la esposa de Brod. El viudo de 58 años de edad tiene una secretaria, Esther Hoffa. Casada, madre de dos hijas, 22 años más joven que Brod, ella es su mano derecha. Hoffa se ocupa tanto de los escritos de Brod como del legado de Kafka. Le demuestra a Brod una devoción absoluta. Éste muere a los 84 años, en 1968. En su testamento nombra a Esther Hoffa como heredera de los materiales y determina que sólo ella puede publicar sus obras, diarios y cartas. Además, indica que luego de la publicación debe entregar los materiales a una entidad pública en Israel o en otro país.

El testamento de Brod se presta a interpretaciones. En 1955 la Knesset, el parlamento israelí, dictó una ley que estipula que toda persona que tuviera en su poder documentos «de interés a la investigación del pasado, del pueblo, del estado o de la sociedad, o que tiene que ver con la actividad de gente de renombre» debe entregar una copia de tales documentos al Archivo Nacional de Israel. Hay quienes piensan que fue a causa de esta ley que en 1956 Max Brod decidió sacar de Israel los manuscritos de las tres novelas de Franz Kafka. Donó dos, los manuscritos de El Castillo y América, a la biblioteca de la Universidad de Oxford. El tercero, El Proceso, permaneció en sus manos, ya que Kafka se lo había regalado. Esther Hoffa se quedó con una gran cantidad de documentos -cartas, notas, diarios, manuscritos- de Franz Kafka y de Max Brod. Acerca de lo que sucedió durante los cuarenta años entre la muerte de Brod y la de Esther Hoffa, a los 102 años, en 2007, hay versiones divergentes pero también algunos hechos incontestables.

Una compra del Estado

Entre los años 1974 y 2008 se registran ventas de cartas de Kafka a través de casas de venta europeas. Se trata de cartas de Kafka a su amante Felicia Bauer, a Franz Werfel, a Max Brod, cartas de amor, de amistad, cartas que tratan de temas literarios. Mientras tanto, el material que queda en manos de Esther Hoffa es prácticamente inaccesible. Estudiosos de la obra de Kafka, biógrafos, parientes de Max Brod, así como el Archivo Nacional del Estado de Israel y la Biblioteca Nacional de Israel, no logran convencer a Esther Hoffa que muestre lo que tiene guardado. En 1974 Hoffa intenta salir de Israel con manuscritos de Kafka. Los agentes de la aduana descubren fotocopias de cartas de Kafka, su diario de viajes y el diario de Brod. La publicación del incidente llevó a una serie de acuerdos entre Esther Hoffa y las instituciones del Estado de Israel, pero nada se cumplió. Los años pasaban, se vendían documentos, y la antigua secretaria y allegada de Max Brod envejecía.

En 1988, Esther Hoffa vendió la joya más preciosa de cuantas tenía en su posesión: el manuscrito de El Proceso. Lo compró el gobierno de Alemania por un 1:980.000 dólares, (la cifra más alta ofrecida hasta entonces por un manuscrito moderno). El mismo se halla en el Archivo de la Literatura Alemana en la pequeña ciudad de Marbach, que fue agregando a su colección otros materiales de Kafka. Todo indica que Esther Hoffa, y luego su hija Hava Hoffa, siguieron vendiendo materiales de Kafka y de Brod hasta el año 2009.

Algo terrible. Esther Hoffa legó el tesoro a sus dos hijas. La Biblioteca Nacional de Israel le pidió a la Corte de Asuntos de Familia de Israel que impidiera la transferencia de los materiales a las hijas de Esther por incumplimiento del testamento de Brod. Pero surgieron dos complicaciones: nadie sabía ni dónde estaba el tesoro de documentos ni qué es lo que contenía. Los académicos suponen que contiene miles de cartas de Brod, muchas de las cuales hablan de Kafka, de su vida, de su arte, de su trabajo literario. Hay quien sueña con algún manuscrito desconocido de Kafka, o algunos de sus dibujos. Además, está el diario personal de Brod, que podría iluminar su amistad con Kafka y quizás hasta el extraño pedido incumplido que le hizo Kafka antes de su muerte. Esther Hoffa confesó que el diario estaba en sus manos. En 1988 negoció su venta a una editorial en Suiza. Recibió un anticipo, pero el diario nunca fue entregado. La editorial no pudo vencer a la testaruda anciana, que en 1993 dijo que de publicarse los diarios, se revelaría «algo terrible».

Lo que queda del complicado asunto, por el momento, es un enredo legal. El Estado de Israel exige los materiales. Hava Hoffa, la hija que se ocupa del tema, exige que le sea permitido vender materiales del legado, según el testamento de su madre, y que el permiso se le dé de inmediato, pues ya es una mujer vieja y dice que no tiene de qué vivir. Al pleito se sumó el archivo de Marbach, que pide los materiales para que estén junto a la colección de manuscritos y documentos de Franz Kafka que ya tiene en su poder. Max Brod dejó abierta la posibilidad de que sea una institución fuera de Israel quien reciba el tesoro. Otras personas se han visto involucradas en la controversia. Familiares de Dora Diamant, la última compañera de Kafka, no pueden ver el testamento de Dora ni leer las cartas que le escribió a Brod. Los descendientes de Felix Weltsch, el gran filósofo judío, íntimo amigo de Kafka y de Brod, se quejan diciendo que materiales acerca de Weltsch y de la relación entre los tres hombres de cultura, no pueden llegar al conocimiento del público y de los investigadores.

Novela kafkiana

Y el juicio sigue. Órdenes del juez han causado que se descubran cajas fuertes en diversos bancos en Israel, conteniendo materiales del tesoro de Brod. Hacia fines de 2009 se descubrió una caja fuerte en un banco de Zurich con más materiales. En el año transcurrido desde este descubrimiento, Hava Hoffa, que ya ha cumplido 76 años, se ha quejado de robos en su casa. Dice que la publicidad que se le ha dado al caso atrae todo tipo de ladrones y sicarios. Hay quien ve en esos robos una maniobra de Hava Hoffa. Ante la posibilidad de perder el control del contenido de las cajas fuertes, Hoffa estaría creando una coartada para la reaparición «misteriosa» de documentos en otras partes. Nadie realmente cree que pueda haber documentos de importancia en el apartamento húmedo y descascarado de las Hoffa. Los vecinos se han quejado del mal olor causado por los gatos de quien describen como «una vieja huraña».

El asunto deja muchas preguntas abiertas. Queda saber cuál fue la intención de Brod. Si cumplió Esther Hoffa con el testamento de Brod, que por su parte merece la gratitud de la Humanidad por no haber cumplido otro testamento, por cierto más importante. O si tiene el Estado de Israel el derecho absoluto de poseer copias de los documentos, al igual que cualquier otro archivo del mundo, por sobre el derecho de los privados que tienen esos documentos.

Llegó el 2011 y se sigue ignorando qué había en el legado de documentos de Brod, qué se vendió, qué desapareció, dónde está lo que queda. Por el momento nadie se ha despertado para descubrir que se ha transformado en un insecto gigante. Pero falta elPero falta el escritor que haga de todo esto una novela kafkiana.

 

08
Abr
11

PERSPECTIVA TOSCANA

PERSPECTIVA TOSCANA
(Vail Oxley)

Vail Oxley pasó la mayor parte de sus primeros años de vida con sus abuelos en el país cerca de Beijing, China, mientras sus padres trabajaban en la ciudad. El hermoso paisaje que disfrutó durante la pesca con su abuelo sigue inspirando su obra. Vail vive con su esposa y su familia en China, donde ha logrado el reconocimiento y ganó varios premios prestigiosos por su trabajo.  Además de ser exhibido en todo el país, sus obras han aparecido en numerosas publicaciones.

08
Abr
11

UNE BELLE HISTOIRE

UNE BELLE HISTOIRE
(Michel Fugain 1972)

Álbum que se actualiza en marzo del 2001 con bellos temas del recuerdo y a mi particularmente me trae grandes recuerdos de chica. El vídeo  interpretado por Michel Fugain & Caterina Caselli – Une belle histoire (TV Show) una versión excelente, la mitad en frances y la otra mitad en italiano.

23
Mar
11

LA SOLEDAD DE LAS ESFERAS

LA SOLEDAD DE LAS ESFERAS
(Por Gina Martínez-Vargas Araníbar)

Siempre volvíamos a empezar de nuevo sin pensar siquiera en la grieta que se había creado. Hablar de nuevo era como volver a tocar el cielo, se aceleraba el corazón, se hacía tarde sin pensar en el tiempo transcurrido tras el cristal del reloj andante, la niebla tenía la virtud perpetua de ir borrándolo todo, hasta los años que empezaban a asomar en forma de hendiduras imperceptibles en la piel, aquellas que van aumentando la edad a la gente de nuestra edad y a las que tú y yo recién empezábamos a temer y a ver con cierta suspicacia, porque encontrarse con “eso”, es  un símbolo de todo un mundo por explicar, un cúmulo de dolores, tormentos, padecimientos mudos, insomnios, sueños rotos, ilusiones perdidas, adioses eternos, anhelos frustrados y finales caóticos de cualquier plan soñado o ilusión. Entonces la risa y volver a empezar siempre era lo mejor de esta vida, porque parecía ir provista de una eficaz amnesia  con algún efecto narcótico, para volver a estar bien. Pero no obstante, maquillar esas heridas de guerra, siempre  era como una  ilusión  infructuosa,  porque  jamás volvían a sanar.

Soñar, con volver a ser lo que éramos antes de conocernos, te daba pánico, yo miraba resignada la tarde, aceptando la costumbre nuestra de romper cada dos por tres, entonces una especie de sopor se apoderaba de mi, no sabía si era efecto de la hormona o la invisible  ayuda de una “mano amiga” que en esos momentos se apiadaba de mi, sumiéndome en una gran pesadez y fatiga  y un sueño redentor me transportaba lejos de toda realidad, allí donde parecía cargar con la gravedad terrestre,  mientras una especie de  fardo de inconciencia cerraba mis ojos hasta el amanecer…Ignoraba lo bien o mal que te pudiera ir a ti, pero es obvio, que la costumbre de dejarnos a menudo nos hacía menos proclives a la dependencia mutua, ya sabias tanto como lo sabía yo, que el timbre del teléfono no sonaría en el lapso de dejarnos, que los e.mails tampoco llegarían, que las horas debían cubrirse de otro modo, que la mente debía ocuparse de cosas más o menos serias, para poder permanecer en ello atrapados, lo importante era vencer la tragedia, convertir nuestra vida en cotidianidad apacible, hacernos a nuestra unicidad sin más, sin rasgos de pesar, ni diálogos internos que aumentaran el poder de nuestro tedio, hechos ambos a la vida y a los vientos que llevaran nuestras almas hacia algún averno, con la resignación de los Santos o los bobos, pero yendo sin saber siempre el porqué.

Lavándome las manos me encontré observando de pronto una gran pompa de  jabón,  girando en la ingravidez de una invisible peana, mientras  iba cambiando de color  me pregunté cosas sobre el universo, me pregunté sobre aquel ímpetu redentor,  sobre esos planetas que giran y giran sin cesar, mientras el impulso de  una fuerza desconocida les anima  a vivir, danzando el vals de la soledad de las esferas. Reflexiono y empiezo a inferir si aquél es el baile solitario que hacemos tú y yo cuando dejamos de vernos…Pero la vorágine de perder, tu orgullo, mi resignación, parecen imponerse al destino. Las flores mueren por falta de cuidados, los seres nos volvemos mustios y grises sin amor y tú y yo pareciera que vamos poco a poco a conformar esa danza de la unicidad…Supongo es el último vals de la pompa multicolor y explotará irremediablemente muy cerca de mis manos, siento la tentación  de protegerla de la implosión que se avecina, sé que no puedo, es su destino, en algún momento desaparecerá tal como empezó; aquello es la equivalencia a ser disueltos en la nada, a quedar como partículas de polvo repartidas en un universo, a caer y a caer en una gran oscuridad desconocida y sin fin, en algún agujero negro donde se esconde la inasible vorágine y donde van a sucumbir los naufragios.

 Ya que hallarnos y perdernos parecía ser nuestro sino, a menudo dejábamos que la providencia hiciera su parte, una especie de implícita condescendencia parecía cubrir los hechos con manos de seda, y una gran apatía se apoderaba de ti y de mi y de toda nuestra voluntad de luchar para ganar; ya nadie debía oponerse al aparente destino y su cauce. Sin embargo, la razón del infortunio era esa, volver a perdernos otra vez, pero cuando eso llegaba parecíamos caer en la triste redención por el dolor, en un silencio cómplice y cicatero, yo dejaba vencer a tu orgullo y tú intentabas demostrar una paz indiferente, a menudo  tan inexistente en ti, yo debía demostrar que había aprendido a ignorarte sin volver a perdonarte una vez más, tú alimentabas tu inquina esperando otros te dieran la razón por inseguridad, y esa parecía ser parte de tu inútil venganza, yo no esperaba ni eso, mi vida era mía y de nadie más, la llevaba en medio del silencio que anudaba mi lengua hasta el amanecer, con la esperanza de un día distinto, aguardando  unirme al compás  y esplendor mañanero, para volver a olvidar que alguna vez tú y yo nos habíamos conocido.

Algo de esa irrealidad intangible acompañaba sin embargo siempre nuestras vidas, tu temor a perderte para siempre en esa nebulosa sombría parecía persistir constantemente…  Mientras paso ese semáforo en verde, en la retrospectiva del espejo veo perderse el sueño eterno del futuro que ideamos,  y mientras sonrío tristemente voy  introduciéndome  sin saberlo en la misma nebulosa que tú temes,  y en donde aún con la memoria y mi verdad, tengo ilusas esperanzas de encontrarte.

 Barcelona, 28 de febrero, de 2011.

(Sobre una  historia particular. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia)

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23
Mar
11

SHAPE OF MY HEART

SHAPE OF MY HEART
(Forma de mi Corazón)

Tema que sale al mercado en marzo de 1993, en su álbum: Ten Summoner’s Tales. Un recuerdo que comparto.

23
Mar
11

LA ROSA ENFERMA


LA ROSA ENFERMA
William Blake (1757-1827)

¡Oh, Rosa, estás enferma!
El gusano invisible
Que vuela por la noche,
En la tempestad que aúlla,

Ha descubierto tu cama
De gozo carmesí,
Y su amor oscuro, secreto,
Te consume la vida.

23
Feb
11

SI UN ESCRITOR DEJA DE OBSERVAR ESTA TERMINADO

SI UN ESCRITOR DEJA DE OBSERVAR ESTA TERMINADO

Esta famosa entrevista a Ernest Hemingway, y de la cual ofrecemos un fragmento, fue realizada por George Plimton y publicada originalmente en la revista The Paris Review en 1958 y editada en castellano en Narradores1. El Ateneo, 1996. Fue transcripta desde el diario Clarín de su edición del Domingo 18 de julio de 1999.
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-¿Le resultan placenteras las horas dedicadas al proceso de la escritura? ¿Podría decirnos algo de ese proceso? ¿Cuándo trabaja usted? ¿Mantiene un horario rígido?
-Me resulta muy placenteras. Cuando trabajo en un libro o en un relato escribo cada mañana, en cuanto haya luz. A esa hora nadie molesta y está fre3sco o frío, y uno se pone a trabajar y se caldea a medida que escribe. Uno lee lo que ha escrito, y como siempre se interrumpe cuando sabe qué es lo que va a ocurrir a continuación. Uno sigue a partir de ese punto. Uno escribe hasta llegar a un lugar en el que todavía le queda resto y sabe lo que ocurrirá a continuación, y allí uno se interrumpe y trata de vivir hasta el día siguiente para volver a seguir con eso. Uno ha empezado, digamos, a la seis de la mañana. Y puede seguir hasta el mediodía o dejar antes. Cuando uno se detiene está vacío, y al mismo tiempo no vacío sino llenándose como cuando ha hecho el amor con alguien a quien ama. Nada puede dañarlo, nada puede ocurrir, nada significa nada hasta el día siguiente, cuando uno vuelve al trabajo. Lo difícil es la espera hasta el día siguiente.
¿Puede quitarse de la cabeza el proyecto al que está entregado cuando está lejos de la máquina de escribir?
-Por supuesto. Pero para eso hace falta disciplina y esa disciplina se adquiere.
¿Hace alguna revisión o alguna reescritura cuando lee hasta el lugar en el que se interrumpió el día anterior? ¿O las revisiones vienen más tarde, cuando todo el trabajo está terminado?
-Todos los días reescribo hasta el punto en que dejé el día anterior. Cundo todo está terminado, naturalmente lo reviso. Así se tiene otra oportunidad de corregir y reescribir cuando otra persona lo mecanografía, y uno ve el material más prolijo. La última oportunidad son las pruebas. Uno agradece todas esas chances.

¿Reescribe mucho?
-Depende. Reescribí el final de Adiós a las armas, la última página, treinta y nueve veces antes de quedar satisfecho.
¿Había allí algún problema técnico? ¿Qué era lo que lo obstaculizaba?
-Buscaba las palabras adecuadas
.
Thornton Wilder habla de recursos mnémicos que ponen en marcha el día de trabajo de un escritor. Dice que una vez usted le dijo que les sacaba punta a veinte lápices.
-Creo que nunca tuve veinte lápices a la vez. Gastar la punta de siete lápices número 2 es un buen día de trabajo.
¿Cuáles lugares le resultaron más provechosos para trabajar? El hotel Ambos Mundos parece haber sido uno, a juzgar por la cantidad de libros que usted escribió allí. ¿O el ambiente no ejerce demasiada influencia sobre su trabajo?
– El Ambos Mundos de La Habana era un muy buen lugar para trabajar. Esta finca es un lugar espléndido, o lo fue. Pero siempre he trabajado bien en todas partes. Quiero decir que he podido trabajar tan bien como puedo en distintas circunstancias. El teléfono y los visitantes son los que destruyen el trabajo.
¿La estabilidad emocional es necesaria para escribir bien? Una vez me dijo que sólo podía escribir bien cuando estaba enamorado. ¿Podría explayarse más sobre el tema?
-Qué pregunta! Pero lo felicito por el intento. Uno puede trabajar en cualquier momento si la gente lo deja tranquilo y nadie interrumpe. O más bien, si uno puede ser despiadado con los demás. Pero la mejor escritura se produce, por cierto, cuando uno está enamorado. Si a usted le da lo mismo, prefiero no explayarme sobre el tema.
¿Y qué ocurre con la seguridad económica? ¿Puede hacer daño a una buena escritura?
-Si llega temprano en la vida y uno ama la vida tanto como el trabajo, hace falta mucho carácter para resistir las tentaciones. Una vez que la escritura se ha convertido en el mayor vicio de uno, en el mayor placer, sólo la muerte puede interrumpirla. La seguridad económica es entonces una gran ayuda, ya que evita preocupaciones. Las preocupaciones destruyen la capacidad de escribir.

¿Puede recordar exactamente el momento en que decidió convertirse en escritor?
-No, siempre quise ser escritor.
Cuando escribe, ¿alguna vez descubre que está influido por lo que está leyendo en ese momento?
-No desde que Joyce estaba escribiendo Ulises. La de él no fue una influencia directa. Pero en esa época en que las palabras que conocíamos estaban prohibidas para nosotros y teníamos que luchar por una sola palabra, la influencia de su obra fue lo que cambió todo y nos hizo posible romper con las restricciones.
-¿Pudo aprender algo de los escritores, algo sobre la escritura? Ayer me decía usted que Joyce, por ejemplo, no soportaba hablar sobre la escritura.
. -En compañía de gente del mismo oficio, uno habitualmente habla de los libros de otros escritores. Cuanto mejor sea un escritor, tanto menos hablará de lo que él mismo ha escrito. Joyce era un escritor muy grande y sólo les explicaba lo que estaba haciendo a los tontos. Los escritores que él verdaderamente respetaba supuestamente eran capaces de darse cuenta de lo que él estaba haciendo, simplemente leyéndolo.
Durante los últimos años usted parece haber eludido la compañía de los escritores. ¿Por qué?
-Eso es más complicado. Cuanto más lejos va uno con la escritura, tanto más solo está. Casi todos los viejos amigos, los mejores, mueren. Otros se alejan. Uno no los ve más que raramente, pero uno escribe y tiene con ellos casi el mismo contacto que tenía cuando se encontraba con ellos en el café, en los viejos tiempos. Uno intercambia cartas cómicas, a veces alegremente obscenas e irresponsables, y eso es casi tan bueno como charlar. Pero uno está más solo porque así es como debe trabajar y el tiempo para trabajar se acorta todo el tiempo y si uno lo malgasta siente que ha cometido un pecado para el cual no hay perdón.
¿Podría decirnos cuánto esfuerzo deliberado invirtió en el desarrollo de su estilo distintivo?
-Esa es una pregunta extensa y cansadora, y si uno se pasara un par de días respondiéndola, se sentiría tan autoconsciente que ya no podría escribir. Podría decir que lo que los amateurs llaman un estilo suele ser tan sólo la inevitable torpeza de alguien que intenta por primera vez hacer algo que no se ha hecho antes. Casi ningún nuevo clásico se parece a otros clásicos previos. Al principio la gente sólo ve la torpeza. Después la torpeza ya no es tan perceptible. Cuando aparece, la gente piensa que esas muestras de torpeza son el estilo y muchos las copian. Eso es lamentable.
Usted me escribió una vez que las simples circunstancias en las que fueron escritas diversas obras de su ficción podían resultar instructivas. ¿Podría aplicarse eso a Los asesinos -usted dijo que lo había escrito, junto con Diez indios y Hoy es viernes, todo en un solo día- y tal vez también a su primera novela Fiesta?
-Veamos. Empecé Fiesta en Valencia, el día de mi cumpleaños, el 21 de julio. Mi esposa Hadley y yo habíamos ido a Valencia con tiempo para conseguir buenas entradas para la feria, que empezaba el 24 de julio. Toda la gente de mi edad ya había escrito una novela, y yo todavía tenía dificultades para escribir un párrafo. Así que empecé el libro el día de mi cumpleaños, lo escribí durante la feria, a la mañana, en la cama, y fui a Madrid y seguí escribiéndolo allí. En Madrid no había feria, así que teníamos una habitación con una mesa y yo escribía con gran lujo en esa mesa, y a la vuelta de la esquina del hotel, en una cervecería del Pasaje Alvarez, donde estaba más fresco.Finalmente se puso muy caluroso para escribir y nos fuimos a Hendaya. Allí había un hotel barato, sobre esa enorme y larga playa solitaria, y trabajé muy bien, y después fuimos a París y terminé la primera versión en el departamento que estaba sobre el aserradero, en el 113 de la calle Notre-Dame-des-Champs, seis semanas después del día que lo había empezado .Le mostré la primera versión a Nathan Asch, el novelista, quien entonces tenía un acento muy marcado, y él me dijo: Hem, ¿qué quieres decir con que has escrito una novela? Una novela, oh. Hem, eso será un libro de viaje. Nathan no me desalentó demasiado, y reescribí el libro, conservando lo de viaje (era la parte sobre la excursión de pesca y Pamplona), en Schruns, en el Voralberg, en el hotel Taube. Los relatos que usted mencionó los escribí en un día, el 16 de mayo, en Madrid, cuando la nieve suspendió las lidias de toros de San Isidro. Primero escribí Los asesinos, algo que había intentado escribir antes y no lo había logrado. Después, tras el almuerzo, me metí en la cama para mantenerme abrigado y escribí Hoy es viernes. Tenía tanta energía que pensé que me volvería loco, y tenía más o menos otros seis cuentos para escribir. Así que me vestí y salí y fui hasta Fornos, el viejo café de los toreros, y tomé café y después volví y escribí Diez indios. Eso me entristeció mucho y tomé un poco de brandy y me fui a dormir. Me había olvidado de comer y uno de los camareros me trajo un poco de bacalao y carne y papas fritas y una botella de Valdepeñas.La mujer que regenteaba la pensión siempre se preocupaba porque yo no comía lo suficiente y había enviado al camarero. Recuerdo que me senté en la cama y comí y bebí el Valdepeñas. El camarero dijo que me traería otra botella. Dijo que la señora quería saber si yo pensaba escribir toda la noche. Le dije que no, que creía que me acostaría un rato. Por qué no trata de escribir uno más, me preguntó el camarero. Se supone que sólo debo escribir uno, dije yo. Tonterías, dijo él. Podría escribir seis. Lo intentaré mañana, dije. Inténtelo esta noche, dijo él. ¿Por qué cree que la señora le envió la comida? Estoy cansado, le dije. Tonterías, dijo él (la palabra no fue en realidad tonterías). Está cansado después de tres miserables cuentos. Tradúzcame uno. Déjeme tranquilo, le dije. Cómo puedo escribir si usted no me deja tranquilo. Así que me senté en la cama y bebí el Valdepeñas y pensé qué escritor condenadamente bueno sería yo si el primer cuento era tan bueno como esperaba.

¿Usted disfruta leyendo sus propios libros… sin sentir que le gustaría hacer algunos cambios?
-A veces, cuando me resulta difícil escribir, los leo para levantarme el ánimo, y después recuerdo que siempre me resultó difícil y a veces casi imposible.
¿El título se le ocurre mientras está en el proceso de elaborar la historia?
-No, hago una lista de títulos después de haber terminado el relato o el libro… a veces son más de cien. Después empiezo a eliminarlos, y a veces los elimino a todos.
¿Y hace eso también en los casos en los que el título de un relato ha sido sugerido por el mismo texto, como por ejemplo en el caso de Colinas como elefantes blancos?
-Sí. El título viene después. Encontré a una muchacha en Prunier, donde había ido a comer ostras antes del almuerzo. Sabía que ella había tenido un aborto. Me acerqué y hablamos, no sobre eso, pero en el camino a casa se me ocurrió la historia, salteé el almuerzo y me pasé esa tarde escribiéndola.
Entonces, cuando está escribiendo, usted es constantemente un observador en busca de algo que pueda usar.
-Sin duda. Si un escritor deja de observar está terminado. Pero no debe observar conscientemente ni pensar de qué modo algo le será útil. Tal vez al principio eso sea cierto. Pero más tarde todo lo que ve se integra a la gran reserva de cosas que sabe o que ha visto. Si de algo sirve saberlo, siempre trato de escribir de acuerdo con el principio del iceberg. Hay nueve décimos bajo el agua por cada parte que se ve de él. Uno puede eliminar cualquier cosa que sepa, y eso sólo fortalecerá el iceberg. Si un escritor omite algo porque no lo sabe, habrá un agujero en su relato. El viejo y el mar podría haber tenido más de mil páginas, y dar cuenta de cada personaje de la aldea y del proceso de cómo vivían, cómo habían nacido, cómo se habían educado, tenido hijos, etcétera. Otros escritores hacen eso de manera excelente. Al escribir, uno está limitado por lo que ya se ha hecho de manera satisfactoria. Así que he tratado de aprender a hacer otra cosa. Primero traté de eliminar todo lo innecesario para transmitir experiencia al lector, para que después de haber leído algo, lo leído se convirtiera en parte de su propia experiencia, y le pareciera que realmente había ocurrido. Es algo muy difícil de hacer, y trabajé muy duramente para lograrlo. De todos modos, para no explicar cómo se hace, tuve una suerte increíble en ese momento y pude transmitir la experiencia completamente. Y pude lograr que fuera una experiencia que nadie había transmitido antes. La suerte fue que tuve un buen hombre y un buen muchacho, y que últimamente los escritores se han olvidado de que todavía existen esas cosas. Después, el océano: vale tanto la pena escribir sobre el océano como sobre un hombre. Así que también fui afortunado en eso. He visto el acoplamiento de los peces espada, así que es algo que conozco. Eso no lo cuento. He visto un cardumen de más de cincuenta ballenas en esa misma zona del agua, y en una oportunidad arponeé a una de casi dieciocho metros de largo, y la perdí. De modo que eso no lo cuento. No cuento ninguna de las historias que conozco sobre la aldea de pescadores. Pero ese conocimiento es lo que constituye la parte sumergida del iceberg.
¿Puedo preguntarle en qué medida considera usted que el escritor debe involucrarse en los problemas sociopolíticos de su época?
-Cada uno tiene su propia conciencia, y no debería haber reglas para el funcionamiento de la conciencia. De lo único que podemos estar seguros con respecto a un escritor politizado es que, si su obra dura, uno tendrá que pasar por alto la política cuando lo lea. Muchos de los escritores llamados políticamente comprometidos cambian sus ideas políticas frecuentemente. Esto les resulta muy excitante, a ellos y a los reseñistas político-literarios. A veces hasta deben reescribir sus puntos de vista… y apresuradamente. Tal vez todos eso pueda respetarse considerando que es una forma de búsqueda de la felicidad.
¿Diría que alguna vez hay una intención didáctica en su obra?
-Didáctica es una palabra que ha sido mal utilizada y arruinada. Muerte en la tarde es un libro instructivo.
Se ha dicho que un escritor sólo trata una o dos ideas en toda su obra. ¿Usted diría que su obra refleja una o dos ideas?
Bien, tal vez sería mejor expresarlo de esta manera: Graham Greeene dijo en una de estas entrevistas que una pasión regente da a todo un anaquel de novelas la unidad de un sistema. Usted mismo ha dicho, según creo, que las grandes obras se producen a partir de un sentimiento de injusticia ¿Considera que es importante que un novelista sea dominado de ese modo… por algún sentimiento tan intenso?
-El señor Greeene tiene una facilidad para hacer afirmaciones que yo no poseo. A mí me resultaría imposible hacer generalizaciones sobre un anaquel de novelas o sobre una bandada de patos o una manada de caballos. No obstante, intentaré una generalización. El escritor que carezca de sentido de la justicia y de la injusticia haría mejor en dedicarse a editar el anuario de una escuela de chicos excepcionales en vez de escribir novelas. Otra generalización. Ya ve, no son tan difíciles cuando son suficientemente obvias. El don más esencial para un buen escritor es tener un detector de mierda incorporado, a prueba de golpes. Ese es el radar de un escritor. Y todos los grandes escritores lo han tenido.
Finalmente, una pregunta fundamental: ¿cuál cree usted que es la función de su arte? ¿Por qué una representación de los hechos en vez de los hechos mismos?
-¿Por qué preocuparse por eso? A partir de las cosas que han ocurrido y de las cosas tal como existen y de todas las cosas que uno sabe y de todas aquellas que no puede saber, uno hace algo por medio de la invención, algo que no es una representación sino una cosa nueva más real que cualquier otra real y viva, y uno le da vida, y si la hace suficientemente bien, también le da inmortalidad. Por eso uno escribe.

23
Feb
11

LOSING MY RELIGION

LOSING MY RELIGION
Perdiendo mi religión
(R.E.M)

Banda de Rock muy importante entre los 80-90’s. este tema es uno de los grandes clásicos de entonces, que salio en su álbum «Out Of Time».

23
Feb
11

LOS CAUTIVOS DE LOGJUMEAU


LOS CAUTIVOS DE LONGJUMEAU
(Léon Bloy)

El Postillon de Longjumeau anunció ayer el fin deplorable de los dos Fourmi. Esta hoja, recomendada con justicia por la abundancia y la calidad de sus informaciones, se perdía en conjeturas sobre las misteriosas causas de la desesperación que llevó al suicidio a este matrimonio que todos creían feliz.

Casados muy jóvenes y siempre como al día siguiente de sus nupcias desde hacía veinte años, nunca habían abandonado la ciudad ni un solo día.

Aliviados por la previsión de sus autores de cualquier problema monetario que pudiera envenenar la vida conyugal, ampliamente provistos -al contrario- de todo lo necesario para aderezar este tipo de unión legítima sin duda; pero tan poco conforme a ese deseo de vicisitudes amorosas que ordinariamente atormenta a los versátiles humanos, realizaban a los ojos del mundo el milagro del cariño a perpetuidad.

Una bella tarde de mayo, el día siguiente a la caída de M. Thiers, el tren les había traido con sus padres, venidos para instalarlos en la deliciosa propiedad que debía proteger su dicha.

Los longjumelinos de corazón puro habían visto pasar con ternura a esta bonita pareja, que el veterinario comparó sin vacilar con Pablo y Virginia.

En efecto, estaban ese día realmente bien y recordaban a los pálidos hijos de gran señor.

Maître Piécu, el notario más importante del cantón, les había adquirido, a la entrada de la ciudad, un verde nido que los muertos les habría envidiado, pues debemos reconocer que el jardín hacía pensar en un cementerio abandonado. Este aspecto no les disgustó, sin duda, ya que no hicieron ningún cambio y dejaron crecer los vegetales en libertad.

Por servirme de una expresión profundamente original de maître Piécu, vivieron en las nubes, sin ver casi a ninguna persona no por malicia o desdén, sino porque sencillamente no pensaron en ello jamás.

Considerando la brevedad de la vida, habría sido necesario desenlazarse algunas horas o algunos minutos, interumpir los éxtasis; estos esposos extaordinarios no tuvieron el valor.

Uno de los más grandes hombres de la Edad Media, maître Jean Tauler, cuenta la historia de un eremita a quien un visitante inoportuno vino a pedir un objeto que se encontaba en su celda. El ermitaño se vio en la obligación de entrar en su aposento para cogerlo, pero nada más pasar se olvidó de qué se trataba, pues la imagen de las cosas exteriores no podían permanecer en su espíritu. Salió, por lo tanto, y rogó al visitante que le dijera lo que quería. Éste renovó su petición. El solitario volvió a entrar, pero antes de coger el objeto, ya lo había olvidado. Tras muchos intentos, se vio en la necesidad de decir al inoportuno: -Entrad y buscad lo que queréis, pues no puedo guardar vuestra imagen en mí el tiempo necesario para hacer lo que me pedís.

El señor y la señora Fourmi me han recordado con frecuencia a este eremita. Con gusto habrían dado todo lo que le pidieran si se hubieran podido acordar de ello un solo instante.

Sus despistes eran famosos: hasta en Corbeil se hablaba de ellos. Sin embargo, no parecían sufrirlo y la «funesta» resolución que ha terminado con sus existencias, generalmente envidiadas, debe parecer inexplicable.

***

Una vieja carta de aquel desgraciado Fourmi, a quien conocí antes de su matrimonio, me ha permitido reconstruir de forma inductiva, toda su lamentable historia.

Hela aquí. Posiblemente se constate que mi amigo no era ni un loco ni un imbécil.

«… Por décima o vigésima vez, querido amigo, te faltamos a la palabra. Es excesivo. Cualquiera que sea tu paciencia, supongo que debes estar cansado de invitarnos. La verdad es que esta vez, como las anteriores, no tenemos excusas, ni mi mujer ni yo. Te habíamos escrito para que supieras de nosotros y no teníamos nada que hacer. Sin embargo, perdimos el tren, como siempre. Hace quince años que perdemos todo los trenes y todos los coches públicos, hagamos lo que hagamos. Es infinitamente estúpido, de un ridículo atroz, pero comienzo a creer que este mal no tiene remedio. Es una especie de graciosa fatalidad de la que somos víctimas. No hay nada que hacer. Nos ha ocurrido que nos hemos levantado a las tres de la mañana o incluso de no dormir para no perder el tren de las ocho, por ejemplo. Pues bien, querido, el fuego prendió en la chimenea en el último momento, sufrí una torcedura a mitad de camino, el vestido de Juliette se enganchó en la maleza, nos dormimos en el banco de la sala de espera sin que la llegada del tren ni los gritos del empleado nos despertara a tiempo, etc., etc. La última vez, olvidé mi monedero.

En fin, lo repito: hace quince años que esto dura y y siento que es el principio de nuestra muerte. Por su causa, tú lo sabes, lo he perdido todo, me he alejado de todo el mundo, me consideran un egoísta monstruoso y mi pobre Juliette se ve envuelta en el mismo rechazo. Desde la llegada a este maldito lugar, he faltado a setenta y cuatro entierros, doce bodas, treinta bautizos, un millar de visitas o gestiones indispensables. He dejado morir a mi suegra sin verla una sola vez, aunque ha estado enferma casi un año, y esto nos ha costado tres cuartas partes de su herencia, de las que nos privó con rabia la víspera de su fallecimiento mediante un codicilo.

JNo terminaría nunca si detallara la enumeración de las meteduras de pata y desgracias ocasionadas por esta increíble circunstancia de no podernos alejar nunca de Longjumeau. Para resumirlo en una frase, estamos cautivos, desde ahora privados de esperanza y vemos llegar el momento en el que esta condición de galeotes dejará de sernos insoportable…»

No reproduzco el resto en el cual mi triste amigo me confía cosas demasiado íntimas como para que las pueda publicar. Pero doy mi palabra de honor de que no era un hombre vulgar, de que fue digno de la adoración de su mujer y de que estos dos seres merecieron terminar mejor que de la forma bestial y sucia en que lo hicieron.

Ciertos detalles, que pido permiso de guardar para mi, me hacen pensar que la infortunada pareja era realmente víctima de una tenebrosa maquinación del Enemigo de los hombres, quien los condujo, con la ayuda de un notario evidentemente infernal, a ese rincón de Longjumeau de donde nada tuvo el poder de arrancarlos.

En verdad creo que no pudieron huir, que había en torno a su residencia un cerco de tropas invisibles seleccionadas a propósito para sitiarlos y a las cuales ninguna energía habría sido capaz de vencer.

***

La prueba para mí de una influencia diabólica es que los Fourmi estaban devorados por la pasión de los viajes. Estos cautivos eran, por naturaleza, esencialmente migratorios.

Antes de casarse, habían estado sedientos por recorrer el mundo. Cuando sólo eran novios, se les vio en Enghien, en Choisy-le-Roi, en Meudon, en Clamart, en Montretout. Un día, fueron hasta Saint-Germain.

En Longjumeau, que les parecía una isla de Oceanía, este ansia de audaces exploraciones, de aventuras por tierra y por mar no haría más que aumentar.

Su casa estaba repleta de globos y de planisferios, tenían atlas ingleses y alemanes. Incluso un mapa de la luna, publicado en Gotha bajo la direción de un figurón llamado Justus Perthes.

Cuando no hacían el amor, leían juntos historias de marinos famosos, de las cuales su biblioteca estaba completamente llena, y no había revista de viajes, un Tour du Monde o un Boletín de sociedad geográfica, al que no estuviesen suscritos. Mapas con recorridos de trenes y prospectos de agencias marítimas llovían sobre su domicilio sin parar.

Algo que no se creerá: sus baúles se encontraban siempre listos. Siempre estaban a punto de partir, de emprender un viaje interminable a los países más lejanos, más peligrosos o más inexplorados.

Fácilmente habré recibido cuarenta notas anunciándome la inminente salida para Borneo, Tierra del Fuego, Nueva Zelanda o Groenlandia.

Incluso muchas veces han estado a un pelo de hacerlo, en efecto; pero finalmente no partieron. Nunca partieron porque no podían y no debían. Los átomos y las moléculas se coaligaron para echarlos atrás.

Sin embargo, un día, hace una década, creyeron firmemente que escaparían. Habían logrado, contra toda esperanza, lanzarse hacia un vagón de primera clase que debía llevarlos a Versalles. ¡Liberación! Allí, sin duda, se rompería el círculo mágico.

El tren se puso en marcha, pero ellos no se movieron. Naturalmente, estaban dentro de un coche que se quedaba en la estación. Todo comenzaba de nuevo.

El único viaje al que no debían faltar era el que acababan de emprender. Su carácter bien conocido me hace creer que se prepararon temblando.

Esta traducción, realizada por José Luis Gamboa, está bajo una licencia de Creative Commons.

06
Feb
11

CARCASSONNE: EL VIAJE CIRCULAR

CARCASSONNE: EL VIAJE CIRCULAR
(Por Gina Martínez-Vargas Araníbar)

En el verano del 97 me fui de aventuras por Francia, era un hecho al azar volver por segunda vez al Castillo de Carcassonne. —regresé por tercera vez el año 2001— .Aunque tuviera los puntos en el mapa a donde debíamos llegar, Carcassonne estaba fuera de las probabilidades. Mi compañero de viajes F* y yo nos turnábamos al volante, de modo que así nos aliviábamos del cansancio de un viaje siempre fascinante y motivador.

Inadvertidamente y oyendo en el mp3 “Las Mejores 40 Canciones de Aznavour”, llegamos de día al precioso Castillo de Carcassonne, amurallado según se dice por los romanos por el año 100 a de C. y quienes lo fortificaron en la cima de una colina muy alta, más tarde los visigodos construyeron más fortificaciones. Está apenas a unas 3 horas de la ciudad condal, Barcelona y a unos 276 kilómetros de casa. Me fascinó ver el gris azulino de las cúpulas imponentes y bellamente conservadas de sus torres, igual que la primera vez y desde ese momento amé el misterio oculto y espectacular del mundo medieval, mi mente era un torbellino de emociones, tenía ansiedad por perderme en su mítico encanto seductor. Si tras los viajes yo llevaba el instinto de perderme a mi misma, esta vez lo conseguí.

Desde el puente del río Aude contiguo a la ciudad moderna de Carcasonne, recuerdo le hice la primera foto que aún conservo más en la memoria que en el papel de entonces, mientras mi compañero de viaje se sentó en el muro empedrado del puente, aguardando disparara con la cámara desde el ángulo más correcto. Esta vez no hicimos fotos,  aparcamos delante y buscamos el portón.

A la entrada del gran Château, había una multitud de personas y me fijé en aquel saltimbanqui con aspecto de faquir, que lanzaba unas bolas hacia arriba haciendo malabarismos pretenciosos y exactos sin que cayera ninguna, era el efecto de la vida moderna y una manera actual de mendicidad, porque la gente le ponía monedas por el divertimento cada vez más arriesgado, al pasar por esa gran entrada. Pero mi emoción por descubrir el Carcassonne era singular y pasamos olvidándolo casi todo.

El Gran fortín de la cité, antiguo, de doble amurallamiento contiene en su interior la magia y la vida de otra ciudadela vibrante de actualidad, con sus tiendas de souvenirs, sus restaurantes, sus hoteles y toda clase de comercios imaginables en cualquier ciudad francesa de hoy, mercados de flores y frutos al paso, tanto que por ratos llegábamos a olvidar que estábamos recorriendo las calles interiores del Carcassonne. A veces deseando recuperar el antiguo encanto medieval, salíamos y nos retirábamos hacia extramuros de la ciudadela moderna, en busca de aquellas almenas y perseguíamos en largos paseos lo añejo, lo imaginado; y tocando esa concéntrica estructura pétrea, intenté tener por unos instantes el poder de la dermóptica en las manos, y cerrando los ojos apenas fui capaz de imaginar la aparición de algún caballero medieval con armadura o alguna damisela con su traje de época, la ceñuda testuz de algún guerrero, reflejada en sus gritos de guerra: ¡¡Voilà, tirez sur les ennemis!!,  o los amores y los celos que despertaba alguna cortesana ligerita de cascos entre las murallas del Castillo. En su densidad granítica y muda se esconderían historias singulares y pasadas que llenarían algunos libros y mentes caballerescas de febriles e intrincados laberintos…De pronto cuando creía haberme aislado lo suficiente como para ejercitar la reflexión en estas cuestiones, apareció F* muy risueño por allí, que andaba ex profeso perdido como yo, acariciando seguramente sus particulares historietas del medio evo, anticipándose a la guerra o avistando a enemigos desde las almenas.

Era verano y apretaba un gran calor de los de antes del gran cambio climático, aún soportables, aunque realizar ese recorrido es arduo y excitante, por la cantidad de personas que siempre visitan el gran castillo de Carcassonne, es como una gran marea humana, turistas de todas partes de Europa y el mundo, subiendo o bajando calles, tiendas atestadas y un fluir constante de viandantes, las terrazas llenas de comensales deleitándose con la música de algún organillero advenedizo, en espera de unos francos saltarines, mientras suena, el clásico e inconfundible: “Sous le ciel de París” llenando el ambiente de un francófono subido. Por suerte, al medio día, antes de tomar los hábitos y la rigidez de los veganos vegetarianos, pude disfrutar de La Cassoulet, plato típico de la región de Langedoc y media Pirineos…De la mano de un sommelier degustamos los vinos más nobles de la región, que se elaboran en Cobardes, Fitou, Corbières, Minervois y Limoux. Y desde  la chapel , ennegrecida por el tiempo, dos gárgolas colgadas en la cima, parecían entonar las letanías del tiempo y de la vida ida.

Antes de ingresar a la Basílica de Saint Nazaire Celso, nombre por demás tan familiar por pertenecer a mi abuelo materno, fuimos a hacer unas cuantas compras para llevarnos recuerdos de Carcassonne. Fue recorrer tiendas e ir escogiendo el adorno más chulo y simbólico para el salón de casa, adorno que aún subsiste pese a las mascotas que se pasean por cualquier rincón de la casa, jugando, persiguiéndose o haciendo gamberradas.

Fue un gran frescor ingresar a la Basílica de Saint Nazaire Celso, porque sus gruesos muros de piedra daban una sensación de alivio que contrastaba con el tórrido e inclemente calor estival que se sentía afuera, de paso nos sirvió de excusa para asistir a la misa que se celebraba en ese momento.

Más tarde relacioné cosas de ese viaje. Ya estando en la bella ciudad mediterránea de Marsella, fue el calor veraniego el que nos llevó a cobijarnos nuevamente en la Iglesia Catedral, cerca al barrio de la Joliette, Boulevard de Dunkerque, que mira hacia ese mar marsellés tan azul y tan bello, donde se rescataron indicios de los restos del avión y autor de “El Principito”, Antoine de Saint Exupery. Fue allí donde urgidos por el fuerte calor estival oímos misa también. Un sacerdote rubicundo lleno de un fervor enardecido predicaba en su francés más castizo y provenzal una y otra vez, La Charité, que parecía ser la palabra básica y central de su discurso, aguantamos el tirón pacientemente casi a las afueras porque estaba atestada de gente, al concluir esa misa, vimos con cierta sorpresa al mismo sacerdote rubicundo y sin quitarse la estola, salir hacia afuera a darse un baño de multitudes, donde la concurrencia estaba de pie, entonces inesperadamente salio una mujer de entre el gentío y alargándole una mano le pidió unas monedas para paliar su hambre y su sed, —en momentos previos todos contagiados por el pregón enardecido del sacerdote, habíamos dado unas monedas al pasar las monjas taciturnas e inocentes, alargando los sacos de la recolecta—, y oímos replicar al buen hijo de Dios, dueño de la palabra “charité”, decir con un gran cinismo increible: “D’Argent?. Je n’ais pas d’argent”. Entonces pensé que había tenido mucha suerte de oír el discurso del “buen samaritano” y que todas las religiones están tan podridas de hipocresía que daba vergüenza suponer que se pertenece a alguna porque nos bautizaron de pequeños en alguna. Como hilo conductor, un automatismo de mi memoria relacionó al clochard, malabarista y saltimbanqui de Carcassonne, intentando ganarse dignamente el pan, a fuerza de intrincados juegos, al organillero ingenioso y con oído musical, quien se jugaba el tipo por unos francos saltarines, porque el mundo de Dios había perdido la ilusión de soñar y de vivir entre los hombres.

Barcelona, 04 de febrero de 2011.
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06
Feb
11

SOUS LE CIEL DE PARIS


SOUS LE CIEL DE PARIS
(Edith Piaf)
Album reeditado en junio del 2002. Tema en la voz única de esta gran cantante francesa.

06
Feb
11

EL VIEJO SALTIMBANQUI


EL VIEJO SALTIMBANQUI
( de Charles Baudelaire)

Por doquiera se ostentaba, se derramaba, se solazaba el pueblo en holgorio. Era una solemnidad de esas que, con mucha antelación, son esperanza de los saltimbanquis, de los prestidigitadores, de los domadores de bichos y de los vendedores ambulantes, para compensar los malos tiempos del año.

En días así, el pueblo me parece que se olvida de todo, del dolor y del trabajo; se vuelve como los niños. Para los chiquillos es día de asueto, es el horror de la escuela aplazado por veinticuatro horas. Para los mayores es un armisticio concertado con las potencias maléficas de la vida, un alto en la contienda y la lucha universal.

Hasta el hombre de mundo y el hombre dado a trabajos espirituales escapan difícilmente a la influencia del júbilo popular. Absorben sin querer su parte de esa atmósfera de despreocupación. Por lo que a mí toca, no dejo nunca, como buen parisiense, de pasar revista a todas las barracas que se pavonean en esas épocas solemnes.

Hacíanse, en verdad, competencia formidable: chillaban, mugían, aullaban. Era una mezcolanza de gritos, detonaciones de cobre y explosiones de cohetes. Titiriteros y payasos ponían convulsiones en los rasgos de sus rostros atezados y curtidos por el viento, la lluvia y el sol; soltaban, con aplomo de comediantes seguros del efecto, chistes y chuscadas, de una comicidad sólida y densa como la de Molière… Los Hércules, orgullosos de la enormidad de sus miembros, sin frente y sin cráneo, como orangutanes, se hinchaban majestuosamente bajo las mallas lavadas la víspera para la solemnidad. Las bailarinas, hermosas como hadas o princesas, saltaban y hacían cabriolas al fulgor de las linternas, que les llenaba de chispas el faldellín.

No había más que luz, polvo, gritos, gozo, tumulto; gastaban unos, ganaban otros, alegres unos y otros por igual. Colgábanse los niños de la falda de sus madres para conseguir una barra de caramelo, o se subían en hombros de sus padres para ver bien a un escamoteador relumbrante como una divinidad. Y por todas partes circulaba, dominando todos los perfumes, un olor a frito, que era como el incienso de la fiesta.

Al extremo, al último extremo de la fila de barracas, como si, vergonzoso, se hubiera él mismo desterrado de todos aquellos esplendores, vi a un pobre saltimbanqui, encorvado, caduco, decrépito, a la ruina de un hombre, recostado en un poste de su choza; choza más miserable que la del salvaje embrutecido, harto bien iluminada todavía en su desolación por dos cabos de vela corridos y humeantes.

Por dondequiera, gozo, lucro, liviandad; por dondequiera, certidumbre del pan de mañana; por dondequiera, explosión frenética de la vitalidad. Aquí, miseria absoluta, miseria embozada, para colmo de horror, en harapos cómicos, en contraste traído, más que por el arte, por la necesidad. ¡No se reía aquel desgraciado! No lloraba, no bailaba, no gesticulaba, no gritaba, no cantaba ninguna canción, alegre ni lamentable, ni imploraba tampoco. Estaba mudo, inmóvil; había renunciado, abdicado… Su destino estaba cumplido.

Pero, ¡qué mirada profunda, inolvidable, paseaba por el gentío y las luces, cuyas olas movedizas iban a pararse a pocos pasos de su repulsiva miseria! Sentí que la mano terrible de la histeria me oprimía la garganta, y me pareció que me ofuscaban los ojos lágrimas rebeldes, de las que se niegan a caer.

¿Qué haría yo? ¿Para qué preguntar al infortunado qué curiosidad, qué maravilla podría enseñar en aquellas tinieblas malolientes, detrás de la cortina desgarrada? No me atrevía, a la verdad; y aunque la razón de mi timidez haya de moveros a risa, confesaré que temí humillarle. Acababa por fin de resolverme a dejar al paso algún dinero en una tabla de aquéllas, esperando que adivinara mi intento, cuando un gran reflujo de gente, causado no sé por qué perturbación, hubo do arrastrarme lejos de allí.

Y al marcharme, obsesionado por aquella visión, traté de analizar mi dolor súbito, y me dije: ¡Acabo de ver la imagen del literato viejo, superviviente de la generación de que fue entretenimiento brillante; del poeta viejo sin amigos, sin familia, sin hijos, degradado por la miseria y por la ingratitud pública, en la barraca donde no quiere entrar ya la gente olvidadiza!

23
Ene
11

LOS TRENES DEL DESEO

 

LOS TRENES DEL DESEO
(Por Gina Martínez-Vargas Araníbar)

No evocaré el libro de Tennessee Williams, las paranoias de Blanche Dubois y sus delirios de grandeza ni sus belles Rêves, por denotar a esos trenes que van pasando por nuestra vida mientras nos debatimos en los andenes de esas frías y concurridas estaciones, si abordarlos o dejarlos pasar. Iluminando con una repentina fugacidad casi cruel, nuestra conciencia y saber que existen momentos puntuales para deliberar con cierta presteza, que así llegan y se marchan raudamente las navidades, el último sabor del Dresndner Stollen, la memoria salpicada de luces multicolor de aquellos días de fiesta y comparsa, para después volver a transitar en el espacio tiempo, cargado de sombras y extensa gama de grises para ser invisibles otra ves, y quizás vivir en la realidad del blanco y negro.

Por todo eso, he descubierto algo de fascinación detrás de las “desapariciones». Admiro al entrañable Doctor Pasavento, su libérrima determinación, sus abandonos deliberados y cuasi matizados de arte y truculencias evanescentes. Adoptaría gustosa la afición Voyeurista y revestida de sadismo del imperturbable Wakefield, auto-expulsado del universo, o del veterano en la vagancia: Molloy, personaje de Beckett; seres solitarios, felices transgresores de normas y espectadores de sí mismos o me alentaría el deseo de vivir en la figura inexistente y apasionante de Benno Von Archimboldi, del genial Bolaño.

Quizás todos sin saberlo o no, nos demos una importancia mínima al emular a un Dios, que nos enseñó mejor que nadie la ironía de los Dioses del Olimpo, el destino de lo perecedero y a curtirnos a menudo con los recuerdos y las cenizas de lo que fue. Rodrigo Fresán decía en un artículo lo siguiente: “UNO En el principio era el Verbo y el Verbo era desaparecer. Porque desaparecer ha sido el acto supremo y paradojal de un Dios en particular (que después nos mandó a su hijo para que aprendiera el oficio)”. En fin, que para eso al parecer nos nutrimos de bellezas y colores, que sin el conocimiento de los agujeros negros y los túneles del tiempo, nos sería imposible magnificar la luz y creer conocer los opuestos, los atisbos de aquella ilusión manida y la tal vez mal llamada: felicidad inconstante, que no es otra cosa que la antítesis de una misma realidad, el sucedáneo que pervive y vendrá a significar el todo.

Me despierto y mientras mis sueños aguardan otras primaveras,  me reconozco igualmente inconstante, a veces gris y otras poseedora de les belles rêves, me reconozco multicolor y florida y otras vulnerable y oscuramente hermética, signo incuestionable de que vivo y mi oxitócica requiere del amor para vivir, de las ilusiones y también de los sueños rotos y los fracasos, para saber que sufro y luego existo,  al modo de René Descartes, o para reconocer que tras las bellas ilusiones se esconde el trajinar de los trenes del deseo y debo abordar alguno con determinada precisión o fracasar en el intento.

Barcelona, 23 de enero del 2011

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23
Ene
11

LA TEMPESTAD

LA TEMPESTAD
(Giorgionne)

(Giorgio de Castelfranco, llamado: Giorgionne) (castelfranco, Veneto, h.1477- Venecia, 1510)
Pintor Italiano, iniciador de la Escuela veneciana, discípulo de G. Bellini. Supo obtener efectos de luz admirables; sus formas se diluyen en una atmósfera vaporosa y fluida («La Tempestad», Venecia).Sus temas son a menudo enigmáticos y su producción poco abundante. «El Concierto Campestre», (Louvre), cuya atruibución a él o a Ticiano no está clara, parece tener un cierto sentido alegórico oculto.

23
Ene
11

C’est Fini


C’EST FINI
(Charles Aznavour)
18 buenos temas recopilados en este mp3. Canciones escritas el año 65, por este gran canta-autor francés del recuerdo. En el álbum llamado: «Charles Aznavour 65».

12
Oct
10

«VARGUITAS» EL PRIMERO DE LA CLASE

«VARGUITAS» El PRIMERO DE LA CLASE
«El joven “Varguitas” entendió que la excelencia de la escritura literaria a la que aspiraba exigía mucho sacrificio, mucha dedicación, mucha rutina: ese era el camino y a él se sometió como un obrero que asiste todos los días a su trabajo»
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(Por J. J. ARMAS MARCELO)

CARLOS Barral o Carlos Fuentes (todavía se disputa ese privilegio) lo nombraron «El Cadete». No sólo porque había escrito «La ciudad y los perros» (el mundo que conoció precisamente de «cadete», en el Colegio Militar Leoncio Prado), sino porque era el más joven del «boom» de la novela latinoamericana de los 60. Después del Leoncio Prado, y ya en el periodismo, Vargas Llosa era para todos «Varguitas», el primero de la clase. Quería ser Flaubert desde muy joven, soñaba y escribía novelas fumando como un poseso, y por la noches, con una jauría de tribuletes limeños comandados por Carlos «Coco» Meneses, visitaba hasta el amanecer los burdeles del puerto del Callao. Ya vivía literariamente: todo lo pasaba por el filtro del novelista que quería ser de mayor. Era muy joven, muy atractivo, bailaba muy bien y era, en fin, el primero de la clase. Era sartreano, aunque de mayor supo ver la luz y se hizo de Albert Camus. Y leyendo y escribiendo, siguió soñando con llegar a ser Flaubert, su modelo literario y estético. Según Vargas Llosa, aunque nunca he llegado a creérselo, el joven «Varguitas» supo desde el principio que escribir bien era muy difícil, pero al mismo tiempo entendió que la excelencia de la escritura literaria a la que aspiraba exigía mucho sacrificio, mucha dedicación, mucha disciplina, mucha rutina: ese era el camino y a él se sometió como un obrero que asiste todos los días a su trabajo. No en vano Carlos Barral, su editor y descubridor, dijo de «Varguitas», cuando ya iba camino de ser Vargas Llosa, que era el único escritor que conocía que trabajaba como un obrero a destajo y vivía como un burgués.

Un día de principios de los 70, lo visité en su casa de la calle Osio, en el barrio de Sarriá, Barcelona. Comimos en la cocina y luego nos sentamos a hablar de literatura en la sobremesa. A las cuatro en punto de la tarde, me dijo que lo sentía mucho pero que tenía que ponerse a escribir. «Me llama el trabajo», me dijo, «tú puedes quedarte aquí, leyendo, hasta las ocho, que termina mi jornada, y después seguimos hablando». Me pasé cuatro horas leyendo unos relatos de Juan Benet, que tenía encima de la mesa del salón, y tomando café colombiano puro que Patricia me servía en tazones, uno detrás de otro, con la sana intención de que no me durmiera antes de que volviera de escribir «Varguitas». A las ocho y unos minutos, entró de nuevo sonriente y nos fuimos a cenar a un italiano, el «Portofino», donde no dejó de hablar de literatura ni un solo momento. Aquel tipo, «Varguitas», era un verdadero animal de escritura literaria, su vocación era su vicio —la escritura literaria, precisamente— y su vicio era su gran pasión, a la que rendía culto de latría de una manera brutalmente exclusiva y excluyente. Seguía siendo muy atractivo, hablaba y escribía cada vez mejor, la gente comenzaba a leerlo y a saludarlo con admiración por la calle. Lo asediaban mujeres muy bellas, ya no bebía ni una copa de alcohol, detestaba la bohemia y había dejado de fumar para siempre, porque se había convencido de que todos esos vicios eran no sólo malos para la salud sino, sobre todo, para la literatura.

D Jorge Edwards me contó que en esa época era muy difícil discutir con él, con «Varguitas», sobre todo de literatura porque defendía sus puntos de vista y sus criterios como si le fuera la vida en esa trifulca, con argumentos de guerra si era preciso y sin dar nunca su brazo a torcer. Era insaciablemente literario, decía escribir ocho horas diarias al margen del mundo y hablaba de Flaubert como si hablara de un dios antiguo e indestructible. Cuando vivía en París, fue a conocerlo Carlos Barral. Comieron, hablaron, se hicieron amigos, pero a las cuatro de la tarde, en lo mejor de la conversación, mientras el editor y poeta bebía tragos de vodka interminables y «Varguitas» un vaso de leche, el novelista se levantó de su asiento y le dijo a Barral que lo sentía mucho pero que tenía que ponerse a escribir. Lo invitó a dormirse una siesta en el sofá de su casa de la rue Tournon y el editor aceptó. Minutos más tarde, Barral comenzó a escuchar, entre las brumas del alcohol vespertino, el traqueteo imparable de su máquina de escribir. Después, sonó el timbre. La máquina cesó de escribir. Oyó los pasos del novelista y l oyó abrir la puerta. «Hola», saludó «Varguitas», «pasa…, aunque estoy escribiendo…». Barral oyó entonces cómo se cerraba la puerta, oyó el ruido de unos tacones de mujer joven sobre el piso de madera, pasos que seguían a los del escritor. Y, unos segundos más tarde, la máquina de escribir recomenzó su trabajo. Barral estaba perplejo. Intentó poner la oreja, pero la máquina seguía echando palabras sobre el papel de manera incesante. Un poco más tarde, la máquina paró un segundo y Barral oyó la voz peruana del novelista: «¿Qué haces así desnuda? ¡Vístete, que te vas a constipar!». Y la máquina volvió a sonar sobre el papel. Después, muy poco después, Barral oyó los tacones de la muchacha caminando con prisa hacia la puerta de salida e, inmediatamente, un portazo. El editor no salía de su perplejidad, pero la máquina de escribir seguía echando humo y quemando palabras como una locomotora del viejo Oeste quemaba madera mientras avanzaba por la pradera interminable. A las ocho de la tarde, cuando «Varguitas» terminó su trabajo y Barral, todavía soñoliento, le preguntó que si había entrado alguna mujer en la casa o él lo había soñado, el novelista le contestó imperturbable. «Sí, hombre, es una muchacha hermosísima, pero ¿qué quieres que hiciera? Yo estaba escribiendo…». El tipo era insobornable, insoportable, intransitable, impermeable incluso a la más elegante belleza femenina porque, claro, ¡estaba escribiendo!.

Hace menos de tres años, caminando los dos por una céntrica calle de Estocolmo, le señalé la fachada del teatro donde entregan los Nobel. «Ahí es», le dije. «Ya se pasó el tiempo, nunca me lo darán», me contestó. «Pero ¿tú nos has visto con qué arrobo te miraban ayer los viejos académicos en la fiesta del embajador Garrigues? Esto cae más temprano que tarde, aunque sea para ti más tarde que temprano», le contesté. Ese mismo día, los grandes rotativos de Estocolmo y de toda Suecia se hacían eco de la visita de Vargas Llosa con titulares que reclamaban el Nobel de Literatura «para el gigante de la novela del siglo XX y del XXI». En la tarde, durante un pequeño crucero que hicimos por las islas suecas, le dije a Nuria Amat mientras los dos observábamos aquel mar frío: «Está hecho, aunque él no se lo cree».

El jueves pasado, a la una menos dos minutos de la tarde, un amigo sueco muy informado me llamó desde Estocolmo para que me enterara uno de los primeros de que «Varguitas» por fin era el Nobel de Literatura. Yo estaba en Tenerife, una hora menos, cerca del Teide. Abrí una botella de Taittinger bien fría y brindé mirando al Atlántico con mi copa hasta el borde. Había ganado la literatura. Y me acordé de lo que Octavio Paz había dicho cuando Vargas Llosa perdió las elecciones presidenciales de su país frente a un delincuente que ahora está en la cárcel: «Lo siento por el Perú; me alegro por Vargas Llosa». Y yo también.

(Artículo del diario «ABC» de España, el 09/10/2010)

12
Oct
10

NADA DE NADA

NADA DE NADA
(Marco di Mauro)

Después de tanta espera y porque todo el que persevera alcanza, la oportunidad de MARCO DI MAURO por iniciar una carrera profesional como cantante, llega el pasado 11 de noviembre de 2008, fecha en la que la disquera transnacional Warner Music México, lo firma como artista exclusivo para lanzar el próximo 11 de agosto de 2009; su álbum debut de título homónimo.

Dicha producción que incluye doce temas de la inspiración del propio MARCO DI MAURO, fue grabada a finales de 2008 y ha principios de 2009, bajo la producción de Armando Ávila en Cosmos Studios México. Los doce temas que conforman el álbum de título homónimo son: MI VIDA SABE A TI, ALGO QUE ME FALTA, VOLAMOS, ¿QUE PASÓ?, RAYO DE SOL, LA FUERZA DE GRAVEDAD, SIEMPRE, HAZME COMPAÑÍA, ANDAR CONTIGO, PASARÁ, NADA DE NADA y LA FUERZA DE GRAVEDAD.
El primer sencillo promocional extraído del álbum debut de MARCO DI MAURO, será el tema “Nada de Nada”, el cual comenzará a sonar en todas las estaciones de radio a nivel nacional el próximo 01 de junio de 2009.
(De www.warnermusic.com.mx)

 

 

12
Oct
10

FRANCESCA

Francesca
(Por Ezra Pound)
Versión: Agustina Jojärt

Saliste de la noche
Y había flores en tus manos,
Ahora saldrás de una muchedumbre,
De una confusión de habladurías sobre ti.

Yo que he sabido verte entre las cosas esenciales
Me enojé cuando pronunciaron tu nombre
en lugares comunes.
Quisiera que las frías olas fluyeran sobre mi mente,
Y que el mundo se secara como una hoja muerta,
O como una semilla de diente de león que fuera arrasada,
Así tal vez pueda hallarte de nuevo,
Sola.

20
Sep
10

MIS MOMENTOS BARTLEBY Y LA NADA

 

MIS MOMENTOS BARTLEBY Y LA NADA
(Por Gina Martínez-Vargas Araníbar)

¿Qué es lo que no se ha dicho todavía?, era la pregunta que rondaba mi mente. Yo tenía al parecer una prisa implícita por terminar de contarlo, de reseñar los sucesos imprevistos y de alguna forma pertinaces, que asaltaban mi cabeza. Por otro lado, yo misma deseaba terminar para siempre el blog, desaparecerlo inadvertidamente, desligarme de lo que algún día fue, en cada post veía yo el final, trasladando quizás otros advenimientos de finales aún desconocidos, que rondaban mi vida…Era muy fácil dejarlo morir por falta de atención, por abandono, mirarlo de lejos y desde la perspectiva inanimada, insensible, aprender a prescindir de la manía de ir alimentándolo, poder despedirme de él sin tener que voltear siquiera a mirar lo que dejaba perderse en el ciberespacio, ni sentir un resquicio de nostalgia. Por otro lado, me preguntaba también para quienes ejercía yo este ejercicio inútil, para mi, para los otros o para los que sí sabía ansiaban saber de mi sólo por el blog, y mi existencia les era totalmente indiferente, pues los comprendo, se está mejor en el innegable anonimato y el silencio, como un Wakefield, espiando los sucesos de la vida de algún ser querido…Ahora, bien podía yo seguir bromeando hasta el infinito con el juego de las letras, podía yo mofarme eternamente, con las reminiscencias o los descubrimientos más cercanos al common sense…Por otro lado, allí estaba la eterna vorágine de las palabras, la perpetuidad constante del placer creador, también el inconcluso y casi enfermizo aborto de las ideas, en pos de la nada cotidiana, la suma de todos los arquetipos del No que parecían acompañar mi intemperancia, mi excesiva certeza en las desapariciones que se disgregan en el tiempo y nos dan cuenta de la fugacidad de las cosas, y hasta de lo poco originales que podemos ser.

Al tomarme el último gazpacho del verano, me asaltaron todavía más interrogantes sobre el tiempo y la vida, sobre mi necesidad de ponerme hacia el lado de la vida, mi intento de salvaguardar algunas vidas de inocentes animales, a quienes ocasionamos el lastre de la infelicidad y por quienes ni siquiera nos mueve un resquicio de compasión, vista así la existencia, me pareció inútil seguir alimentando un blog sin sentido, un blog para los hombres y el egoísmo de algunos intelectos poco humanos, entonces supe que mi pulsión heterodoxa iba encaminada hacía el imperativo del No. Estaba más cerca del Bartleby de Melville, cuya negación constante lo convierte en alguien desmotivado y capaz de revelarse contra todo lo establecido y admiré con más sentido que nunca lo que dijera Oscar Wilde: “Cuando no conocía la vida, escribía; ahora que conozco su significado, no tengo nada que escribir”… Sabiduría de la madurez y de los años. Por el contrario algunos persisten hasta su último aliento. Ya en la dedicatoria del Persiles, el mismo Cervantes de las letras castellanas nos escribe el 19 de abril de 1616: “Ayer me dieron la extremaunción y hoy escribo esto. El tiempo es breve, las ansias crecen, las esperanzas menguan, y con todo esto, llevo la vida sobre el deseo que tengo de vivir”. Moría el 22 de abril de 1616.

Dentro de la alquimia existencial, habría preferido salvar más vidas, dar más felicidad, ser más útil a mis congéneres y a los animales, a quienes creo víctimas inocentes de nuestra gula primitiva, un desinterés irresponsable y una gran indiferencia por acercarlos hacía una existencia mejor y más digna, en fin, si escribir me estuviera vedado habría usado más energías en actos de amor y compasión, que en digresiones inútiles y humanas, sin humanidad alguna.

No son menos razonables las reflexiones y respuestas que dio el poeta catalán Jaime Gil de Biedma, sobre el no escribir: “Quizá hubiera que decir algo más sobre eso, sobre el no escribir. Mucha gente me lo pregunta, yo me lo pregunto. Y preguntarme por qué no escribo, inevitablemente desemboca en otra inquisición mucho más azorante: ¿Por qué escribí?. Al fin y al cabo lo normal es leer. Mis respuestas favoritas son dos. Una, que mi poesía consistió —sin yo saberlo— en una tentativa de inventarme una identidad; inventada ya, y asumida, no me ocurre más aquello que apostarme entero en cada poema. Y en parte, en mala parte, lo he conseguido; como cualquier poema medianamente bien hecho, ahora carezco de libertad interior, soy todo necesidad y sumisión a ese atormentado tirano, a ese Big Brother insomne, omnisciente y ubicuo: Yo. Mitad Calibán, mitad Narciso, temo sobre todo cuando le escucho interrogante junto a un balcón abierto: “¿Qué hace un muchacho de 1950 como tú en un año indiferente como éste? All rest is silence”.

Es obvio, no tenemos todas las respuestas, Juan Rulfo, escritor del NO, respondía a quienes le solían preguntar tan a menudo sobre su gran silencio literario, que muerto su tío Celerino, quien le contaba historias que le inspiraban, falto de inspiración había quedado. Como quien dice “muerto el perro, muerta la rabia”. Buena excusa para poder permanecer impasible con el síndrome Bartleby. Así mismo Jules Renard, prefirió darse el mismo las respuestas en su diario: “No serás nada. Por más que hagas, no serás nada. Comprendes a los mejores poetas, a los prosistas más profundos, pero aunque digan que comprender es igualar, serás tan comparable a ellos como un ínfimo enano puede compararse con gigantes (…) No serás nada. Llora, grita, agárrate la cabeza con las dos manos, espera, desespera, reanuda la tarea, empuja la roca. No serás nada.”

Contaba Borges sobre la extraña desaparición literaria del escritor y poeta argentino Enrique Banchs, : “En la ciudad de Buenos Aires, el año 1911, Enrique Banchs publica Urna, el mejor de sus libros, y uno de los mejores de la literatura argentina: luego misteriosamente enmudece.. Hace veinticinco años que ha enmudecido”. Intentando darse una respuesta dice a su vez: “Tal vez, como a Georges Maurice de Guérin, la carrera literaria le parezca irreal, esencialmente y en los halagos que uno pide. Tal vez no quiere fatigar el tiempo con su nombre y su fama…o Tal vez— dice en otro apartado—, su propia destreza le hace desdeñar la literatura como un juego demasiado fácil” concluye Borges.

Comenzaron ya las lluvias y me remito a mi vez a unos recuerdos plasmados en el diario de Kafka, invadido por una parálisis en la escritura: “Así me va el domingo apacible —escribe Kafka— , así me va el domingo lluvioso. Estoy sentado en le dormitorio y dispongo de silencio, pero en lugar de decidirme a escribir, actividad en la que anteayer, por ejemplo, hubiese querido volcarme con todo lo que soy, me he quedado ahora largo rato mirando fijamente mis dedos. Creo que esta semana he estado influido totalmente por Goethe, creo que acabo de agotar el vigor de dicho influjo y que por ello me he vuelto inútil. (…) Y que me impide totalmente escribir.”

Así voy atesorando mis pocas obligaciones y el tiempo que me queda para perderme un poco más en el vagabundeo de la nada…Observando el paisaje, el techo de mi habitación y esas constelaciones que se agitan sin cesar, siguiendo su elíptica cansina y aburrida, como tan misteriosa, mientras yo me complazco en los otros mundos, con su dolor y esa densa letanía que parece perseguirme y ofrecerme otras tareas y misiones humanas por cumplir aún.

Barcelona, 20 de septiembre de 2010.

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20
Sep
10

HYDE PARK

HYDE PARK
(Jeff Kashiwa)

Saxofonista norteamericano Jeff Kashiwa, del Smooth Jazz, nacido en Seatle. Y tema que sale al mercado en agosto del año 2000 dentro de su álbum:»Another Door Open» (otra puerta se abre).

20
Sep
10

UN VASO DE CHAMPÁN, UVAS Y CIRUELAS, UN MELOCOTÓN EN UNA REPISA DE MÁRMOL

Un vaso de champán, uvas y ciruelas un melocotón en una repisa de mármol
(Emilie Preyer)

Pintora alemana (1849-1930)

07
Ago
10

QUIZÁS ALGÚN DÍA

                                          
QUIZÁS ALGÚN DÍA
(Por Gina Martínez-Vargas Araníbar)

Parece ser que si no hubiera ocurrido la teoría de la evolución estelar del big bang no sabríamos aspectos del universo plano circundate que nos contiene. Yo, si no hiciera las siestas de la tarde y no estuviera tan extremadamente relajada,  no podría saber lo interesante que es la vida. Yo, que nunca moriré del temible  Karoshi  japonés y me alejo cada vez más de arredrar mi arte del to be y de intentar permanecer con una recia personalidad de hierro, donde se destaca mi modo tranquilo y sereno de ser, que tanto desespera a los artistas exaltados y nerviosos del planeta y han empezado a verme casi como un bicho raro, digamos mejor, una joya opalina y quizás una extraña muestra de diamante escaso o en proceso de extinción,  en un mundo de veloz y rauda ebullición en nuestros días…

Quizás sólo comiéndome una cena sienta el gran vértigo y la velocidad del mundo, sin embargo, después necesito saber cosas sobre mi misma y vuelvo a la necesidad pasota del personaje de “The quiet Man”, de Graham Greene, para poder seguir saboreando en profundidad lo que es la vida, guardándome las emociones que desespera tanto a los artistas del big bang, tan explosivo y temperamental. Achaco el cambio a mi favor,  a mi espíritu buscador de senderos muy distintos a mi, a algunos Shangri-lás improvisados  y que gracias a las meditaciones  aquietaron la primigenia mental madness, que progresivamente fuera  frenando un antiguo impulso primario y cavernícola de mis primeros años de adolescencencia, algunos que otros excesos imperdonables y con post arrepentimiento,  que me robaron la paz y la quietud tan anhelada y opuesta al mundanal ruido, donde la utopía de los paraísos perdidos podría llegar a ser una realidad,  incluso con la convicción y la conciencia  de  vernos a nosotros mismos como una divinidad interna,  capaz de desarrollarse en un cuerpo material…Y ser más extraña todavía.

En fin, No hay nada malo en intentar conquistar los senderos desconocidos que quizás por  esa ley que nos suele resarcir,  nos atrae tanto, y es  tan distinta en todo a nosotros. Obrando quizás como una sed desafiante y enigmática, para nuestro espíritu aventurero y fisgón, sin duda. 

Mientras puedo y los calores lo permiten, leo a Yogananda, los “Cuentos de Nueva York” de O’Henry, y tengo deuda con “Los “Buddenbrook” de Thomas Man, que mantengo aparcado hasta nuevo aviso y pendiente de renovar en la biblioteca, difícil empresa intentar el milkshake espiritual, la decadencia de una familia, y la aventura citadina y multicolor del cuento corto de O’Henry.

Ahora que me he cobrado una revancha,  se me ha quedado más tranquila la conciencia, un espíritu de justicia y algo de malicia tengo al constatar que puede que la justicia tarde pero llega. No es mi estilo ir por la vida cobrándome revanchas, pero vaya, que cierto alivio y airecillo fresco me devuelve a mi tranquila y serena vida. De paso he aprendido una lección: la gente que te adula dura poco, a la primera de cambio te lo quitan todo, por suerte no se puede vivir de vanidad y adulación, menos si viene de gente que iba disfrazada de lisonjas porque perseguía algo muy distinto. De momento yo Vine, vi y vencí, a aceptar que todo mal que se hace se paga, aún sin premeditación y alevosía. Ha de ser una ley de la naturaleza y que repara con creces lo sufrido.

Un veranito más para el relax. Quizás algún día encuentres tu fórmula perfecta para vivir igual que yo…Y mientras sirvo un cava de profunda y añeja historia y te digo: ¡¡Salud!!, damos paso a la esperanza de que quizás algún día tú también llegues a tu nirvana particular

Barcelona, 07 de agosto, 2010.

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07
Ago
10

EL CHEQUE EN BLANCO

EL CHEQUE EN BLANCO
(Rene Magritte)

(Lessen, 1898-Bruselas, 1967)
Pintor surrealista belga; su estilo se basa en la yuxtaposición insólita de indivíduos y objetos pintados con minucioso realismo. Magritte dotó al surrealismo de una carga conceptual basada en el juego de imágenes ambiguas y su significado denotado a través de palabras poniendo en cuestión la relación entre un objeto pintado y el real.

Realiza sus primeros cursos de pintura en Chàtelet. En 1915 comienza a hacer sus primeras obras en la línea del impresionismo. Entre 1916 y 1918  estudia en la Academia de Bellas Artes de Bruselas. Expone por primera vez en el Centro de Arte de Bruselas en 1920  junto a Pierre Louis Flouquet, con quien comparte un estudio. Tras el servicio militar trabaja temporalmente como diseñador en una fábrica de papel. En 1923  participa con Lissitzky, Moholy-Nagy, Feininger y Paul Joostens de maria florecen una exposición en el Círculo Real Artístico.

Su obra del periodo 1920-1924, por su tratamiento de los temas de la vida moderna, su color brillante y sus investigaciones sobre las relaciones de la forma tridimensional con la superficie plana del cuadro, muestran las influencias del cubismo, del orfismo, del futurismo y del purismo.

En 1922 ve una reproducción de La canción de amor de De Chirico, que le impresiona profundamente, y a partir de 1926 se independiza de las influencias anteriores y basa su estilo en el de De Chirico.

(Extractos de Wikipedia,  la Enciclopedia Libre)

07
Ago
10

POEMA PARA ENRIQUE VILA-MATAS

POEMA PARA Enrique Vila-Matas
(Roberto Bolaño)

Qué lugar es ése al que nos llevarán nuestras palabras, las
bellas durmientes, por caminos a menudo distintos, qué eriazo,

qué infierno, qué nos espera allí, Enrique, en esa blancura en la
que nos reuniremos finalmente, qué aullidos, qué silencio,

qué permutaciones nos aguardarán cuando hayamos
atravesado todo lo que hay que atravesar, cuando nos
hayamos despojado de todo, qué olvidos, qué.

En algún lugar infinito se esconde, en un tiempo que nos es
ajeno, que ni siquiera nos molestamos en mensurar, allí, donde
tiene una casa nuestro terror de alquiler.

Poema del año 2003, encontrado en un cuaderno de Roberto Bolaño.

24
Jul
10

LA MISERIA DEL MUNDO LITERARIO

LA MISERIA DEL MUNDO LITERARIO

(Entrevsita a Jayme Bayly)
Sintiendo la muerte cerca, un autor de éxito decide asesinar a sus enemigos: Un joven crítico, un viejo escritor, un editor ladrón y la mujer que lo traicionó. Con las lecciones de Stieg Larson aprendidas, Bayly inicia la trilogía «Morirás Mañana»

(Por: Enrique Planas)

Ha dejado las historias autorreferenciales y ha cogido una pistola con silenciador para salir a matar: En la primera novela de la trilogía “Morirás mañana”, Jaime Bayly nos presenta a Javier Garcés, escritor de calenturientas novelas de enorme éxito, que después de visitar al médico, descubre que le quedan solo seis meses de vida. Garcés no quiere morir como una buena persona. Quiere abandonar el mundo llevándose primero a las personas que más odia: a Alma Rossi, la mujer que amó y que lo traicionó, a un crítico-escritor frustrado, a un escritor que votó en su contra en el Premio Nacional de Novela, al periodista que lo echó del periódico donde colaboraba y a un editor ladrón y mafioso que publica sus libros sin pagarle regalías. “Quienes se sientan aludidos, saludos para ellos”, me dice.

“Yo no habría escrito esta novela si no hubiera leído la trilogía de Stieg Larsson —confiesa Bayly—. Larsson me humilló como escritor y me drogó como lector. Me mostró que unas pocas novelas pueden tener una sustancia narcótica, adictiva, que el escritor deliberadamente crea e introduce en ellas. Pensé que, si Larsson me había raptado de esa manera como lector, yo tenía que intentar hacer algo parecido. Antes de este libro, todas mis historias partían de experiencias propias. En ninguna me propuse introducir esa sustancia narcótica. Ahora quiero enganchar al lector, hacerlo adicto a una novela. Evidentemente, este es un esfuerzo minúsculo en comparación con la estatura colosal de la obra de Larsson”.

En “Morirás mañana: el escritor sale a matar”, escribes sobre lo que nadie se atreve: matar a los colegas escritores. ¿El odio puede ser el material de trabajo para un autor?
Estoy convencido de que el odio, el rencor, es un combustible. Sirve de estímulo para escribir. Raramente se escribe desde el amor o la alegría. Se escribe desde la frustración, el despecho, la venganza. Por otro lado, todas las personas queremos matar a un puñado de cabrones que bien merecen morir, solo que no lo hacemos porque el costo resultaría mucho más elevado que el beneficio. ¿Quién no ha fantaseado con matar a alguien? En ese sentido, creo que los escritores nos odiamos más entre nosotros que personas que ejercen otros oficios. Esta es una novela para escritores, en la medida que creo que revela cuánto puede odiar un escritor a otros escritores.

O al sistema literario…
Al “establishment” literario, sí. El libro intenta mostrar cuánto nos odiamos soterradamente los escritores con los críticos y los editores, ¡cuando deberíamos ser colegas!

Es sintomático que primero el protagonista mate a su crítico y al escritor que no le dio el premio, y luego al editor que le robó. ¿A los escritores le afectan más los ataques al ego que al bolsillo?
En la lista de sus enemigos, quienes la encabezan son aquellos que lo han humillado con una crítica venenosa o con un voto dirimente que le negó un premio. Esto tal vez revela que Javier Garcés es, como todos los escritores, vanidoso. La humillación pública a los escritores nos duele mucho, más cuando proviene de otro escritor. Yo llevo 20 años escribiendo, y uno nunca consigue blindarse emocionalmente contra las críticas más insidiosas. Siempre te hacen daño y te dejan con ganas de vengarte. ¡Y no puedes hacerlo! La novela tiene una dimensión sanguinaria, claro, pero más que una historia policial, es una novela sobre la miseria del mundo literario.

Además, con policías “más brutos que una pared”, como los llama tu protagonista, es difícil hacer una verdadera novela negra…
[Ríe] ¡Claro, saldría gris! Garcés, que no tenía planeado convertirse en un asesino en serie, se da cuenta de que vive en el mejor país del mundo para serlo. ¡Acá no te descubren nunca!

Creo que eres algo cruel cuando, en la novela, los policías presumen que un hombre con tres disparos en el pecho pudo haberse suicidado… ¿Te divertiste escribiendo este libro?
¡Mucho! Creo que, si bien es evidente que esta novela es una hija bastarda de Larsson, ¡la Zaraí de Larsson! [ríe], es evidente que es muy distinta. Hay muchos matices humorísticos, mucho venenillo sarcástico, uno está haciendo una sátira de la vida peruana. Me he reído mucho escribiéndola y matando a mis enemigos imaginarios. Porque, no te voy a mentir, cada uno de ellos está inspirado en una persona real.

Lo curioso es que, cuando el protagonista va matando escritores, a nadie le importa…
Exacto. La novela demuestra que los escritores, en el Perú, somos fantasmas. Y cuando tú matas a un fantasma, nadie se entera. Ni siquiera existimos los escritores de éxito. Nos lee muy poca gente, ganamos muy poco dinero, tenemos que trabajar en otros oficios para pagar las cuentas. Si en lugar de matar a tres escritores hubiera asesinado a tres políticos o a tres vedettes, ni te cuento la que se hubiera armado. La literatura ha dejado de interesar. Es algo descorazonador que los medios en este país ignoren por completo el mundo literario.

¿Alma Rossi, aquella masculina mujer que traicionó a Javier Garcés, es un guiño a Lisbeth Salander, la heroína lesbiana, gótica y punk de Larsson?
Sí. Ahora estoy escribiendo la segunda parte de la trilogía que se titula “El misterio de Alma Rossi”, allí se revela por qué Alma no se deja nunca penetrar, cuáles son los traumas que la han dejado tan jodida, por qué no confía en nadie. Sí, a Lisbeth le ocurre “todo lo malo” y como consecuencia de ello se convierte en una criatura desalmada, inescrupulosa, con una inteligencia y cinismo devastador. Alma Rossi podría ser Lisbeth con 20 años más. No es una pirata cibernética, no es lesbiana ni bisexual, pero sí es una criatura malherida.

Si Javier Garcés se lanza a la aventura de asesinar a sus enemigos, es porque no tiene nada que perder, condenado como está a morir por un tumor cerebral. Cuando confiesas tus problemas de salud, ¿es realmente una forma de meterte en el personaje protagónico de tu novela?
A mí me gusta contar las cosas como son. Y estoy obstinado a terminar esta trilogía antes de que la vida termine conmigo. Creo que, de todo lo que dejaré escrito, esto será lo menos malo. Esta novela parte de tres hechos más o menos dramáticos en mi vida: el primero fue drogarme con la trilogía de Larsson. El segundo, vivir en Bogotá, una ciudad cargada de muerte. Me sentía vivir en una ciudad donde la vida vale menos. Y el último hecho fue tener una crisis hepática. Mi hígado funciona a menos de la mitad. Algunos médicos me han recomendado que me haga un trasplante y yo he decidido que no. Todos me recomiendan que deje de tomar pastillas porque son ellas las que me han ocasionado el daño hepático y pancreático. Y no puedo dejar de tomarlas. He tomado la decisión de no cambiar de hígado y vivir con él hasta que no dé más. Esto, evidentemente, cambió mi percepción del tiempo: me siento como Javier Garcés, aunque por razones distintas. Todos tenemos los días contados, pero yo los tengo aun más contados. No creo que mi hígado aguante cuatro años. He dejado a Sandrita [su ex esposa] una novela escrita, que se titula “La sagrada familia”, con instrucciones muy precisas de que se publique cuando yo ya esté debidamente cremado y espolvoreado en alguna playa de la Costa Verde [ríe]. A propósito, uno nunca sabe por qué le dicen la Costa Verde, ¡si es tan gris!

Entrevista aparecida en «El Comercio» (24 de julio de 2010)




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